Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

lunes

juanquincetrece




No era más que un zorro semejante a cien mil zorros, pero yo lo hice mi amigo, y ahora es único en el mundo.


porque decirte amigo, decirte amiga es decir  
la palabra más parecida a la sonrisa.
porque de toda la potencia humana,  
de todas las alternativas para vivir, poder decir amigo
susurrar, intuir que se puede pronunciar la palabra mágica 
y hacer eco en otro corazón.

porque de todos los caminos,
 
el único en el que me parece que vamos 
llegando en cada paso.  
ese en el que caminar es latir.

porque en toda la historia no se pudo negar,
no se pudo legislar, reglamentar o prohibir. 
porque no hubo marchas ni en contra ni a favor, 
porque no se pudo, no se puede dudar de su existencia.

porque millones de abrazos en este momento 
en todas partes no dejan de confirmar  
la vigencia del milagro.

porque la construimos, la cocinamos con errores y tropiezos, 
con excusas, con imperfecciones, distancias, deseos y gritos, 
preguntas y silencios.  
nos desarmamos y nos volvimos a amar, anduvimos sin buscarnos sabiendo 
que andábamos para encontrarnos.

porque intentamos y porque no se puede, 
poner límites, denominaciones, etiquetas, 
porque edificamos muros y estructuras, 
 pero no te puedo negar que te quise sin querer
y que no puedo dudarte.
porque sí podemos vivir todas las horas de un día juntos, 
todos los días de una semana encontrando siempre algo que decirnos, 
descubriéndonos a cada rato sorpresa y misterio.

y también podemos
perdernos una temporada completa 
y convocarnos a una puesta al día
cualquier día, sin reproches, 
como si no hubiera pasado un solo día, un solo minuto.

porque no hay desastre de sábado que te arruine, 
 no hay caos que me desoriente 
cuando entreveo tu mirada entre la gente
no hay certeza que quede en pie cuando 
me tirás la pregunta precisa en el momento justo, 
y das vuelta el espejo para ver todo de otra manera.
porque no siempre tuvimos la suerte de acertar ni de aprender.  
pero experimentamos el privilegio único 
de equivocarnos juntos
tirar todo por la borda del desencanto 
y salir a naufragar sin explicaciones 
en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos.

porque no hay nadie que no entienda, 
nadie que explique o teorice mejor que otro  
la magia de que estés,
de invocarte, llamarte así y encontrarte más real 
que todo lo demás.

porque el maestro más maestro 
necesitó amigos y necesitó usar la palabra amigo 
para explicar su estilo de amar
porque es irreversible la verdad, la convicción:  
darte mi vida es la mejor manera 
de sentirme más viva y amada que nunca.

y compartiendo las idas y las vueltas
asumiendo fragilidades y tropiezos
desenrollando quilombos y tejiendo el abrigo
que me cuida de cualquier tormenta y tarde de frío, 
poniendo las manos en el fuego por vos y por vos y por vos, bajando los brazos y rindiéndome 
para que me retes, me putees y me levantes
destrozando los archivos 
y escribiendo páginas nuevas 
en cuadernos limpios, 
llevando la misma mochila 
y volando juntos cuando ya no quedan 
ni cornisas para hacer equilibrio,

no hay tristeza demasiado grande 
ni muerte que nos mate tanto 
que no la rompamos en pedacitos con una carcajada
no hay herida que arda tanto 
que no la puedas curar con un abrazo de esos
no hay soledad tan fría que no se acobarde 
cuando me pasás un mate (o alguna otra bebida), 
no hay batalla perdida si cuidás mi espalda
no hay dolor que me destruya cuando te miro 
y me acuerdo que no es casualidad 
poder decirte y que me digas, 
amiga, amigo.




Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto mas avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; descubriré el precio de la felicidad. Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Los rituales son necesarios.

domingo

Las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad



...solamente vendrá lo que tienes preparado y resuelto, el triste reflejo de tu esperanza...




La verdad tiene ese privilegio de ser susurro. Privilegio en esta época en la que una sola voz altisonante pretende manejar las vidas y los pueblos, mientras que sus ecos –opiniones, prejuicios, imposiciones a gritos- resuenan confusamente entre órdenes del marketing y las explosiones de una guerra no tan lejana. Filosofía de voces que dialogan y polemizan, pero no imponen por la fuerza verdades –porque la fuerza no es la fuerza de la de la verdad, porque la fuerza no es la verdad de la verdad- sino que musicalmente proponen alternativas dinámicas. Por eso la verdad susurra, para que la atención se dirija voluntariamente hacia su escucha.



Porque su lectura surge en la historia como propuesta, como invención, como creación libre y liberadora de un grupo de hombres altaneros que fabrican conceptos crepusculares frente a la decadencia de un mundo que creían conocido. Por su libertad, el único límite es no pretender aplastar como un monstruo prepotente con su moralidad. Si es una cartografía no definitiva de pistas en medio del caos, el arte de dibujar planos en él, entonces la imposición de normas para legislar ese caos la pierde. Por lo demás, es un intento inconsistente y absurdo. Por su vocación de creación, y de madre, no puede destruir la vida con su cambio y con su muerte, no puede detener el cuestionamiento y el dolor, no puede conservar un orden establecido, no puede asesinar el curso de la propia creación, no puede gritarle a la tempestad que se aleje, y mucho menos abrir el paraguas para simular su inexistencia. Una verdad tiránica no es verdad. La verdad libera, repítalo.



El susurro de la verdad desata la crisis, la tormenta. Se pronuncia en voz baja cuando se arremolina el viento en las calles y pasa por entre los árboles, y caen los frutos. El cielo encapotado no permite ver las estrellas-guía. Se enfurece el mar destruyendo los barcos, y en ninguna parte las brújulas aciertan. Escapan los pájaros y el olor a humedad que sube desde la tierra anuncia y denuncia la crisis que se avecina. Tiemblan las certezas, porque el mismo origen que crisis tiene el verbo cribar, ese procedimiento de separación de los metales, de sacudir lo esencial de lo accesorio. La crisis es el escenario propicio para la re-creación de la verdad.



Por esas mismas razones será que la verdad no debería tomar como propósito el mejorar a la humanidad. Después de la tempestad, cómo podría el cielo desgarrado seleccionar cuáles serán preferentemente las consecuencias de aquella incontable descarga de energía sobre la tierra seca. Y cómo podríamos, al ras del suelo, interpretar correctamente los signos del estremecido firmamento mientras intentamos salvar o entregar de las mejores formas nuestras pequeñas vidas de barro. Y para qué leer en las cambiantes nubes (eso que anda por el cielo y acepta taimadamente su nombre de nube, su réplica catalogada en la memoria) las consignas para actuar correctamente en la cotidianeidad, obedeciendo a cualquier oráculo o ensayo de religión que a través del paraguas interprete el techo.



No, las transformaciones que afectan nuestra forma de comer y de dormir (o de no poder comer, o de no poder dormir), no suelen ser la culpa de los pensadores leídos en universidades, ni de los púlpitos, ni de las plegarias frías. En general, no son. Es a causa de esos gritos autoritarios que no comemos o no dormimos. La verdad y su camino susurra otros problemas, ensaya soluciones, pero no está aquí para resolver sus desórdenes alimenticios, su insomnio desprolijo, su irritación a causa del tránsito y mucho menos su bajo rendimiento laboral y/o sexual. Disculpe usted. 



La verdad es también como un aire de alturas, un aire fuerte que marea y vivifica pero no relaja. Aire de alturas que despierta y dificulta la respiración. Propone una vida voluntaria en las alturas, a merced de las tormentas. No una vida cómoda. No hay carteles indicadores en las montañas. Esta inseguridad lleva a que las grandes voces prefieran su silenciamiento, pues pocos elegirán una vida voluntariamente problemática en lo extraño.La verdad es desautomatizadora, desestabiliza, indaga . No es conveniente, ni gratuita. El precio es una lucha constante inmersos en el caos.



Como camino, implica pasos en lo prohibido. Nitimur in vetitum. Como un balanceo al borde del abismo, tememos lanzarnos hacia la verdad. Un solo susurro puede hacernos caer en la oscuridad y profundidad desde aquellas alturas. La resistencia a la verdad, la necesidad de aferrarnos a lo seguro, es cobardía. No es ceguera, no es ignorancia. Sino dependencia a las estructuras que nos han sostenido en la comodidad, que nos han mantenido fuera de peligro. El hombre aterrado huye de este desafío que le hace la verdad a su propio espíritu que prefiere lo preparado y resuelto, la presencia prometedora de cotidianas ideas disfrazadas de verdad, presumidas.  



Es que el abismo es un pozo inagotable de profundidad y riqueza intolerable. Cuánta verdad puede soportar un espíritu. Se presentan ante él alternativas sin promesas, sin garantías, de infinita variedad, que tal vez no resista un ser acostumbrado a la pasta de cristal congelado que prefiere no desafiar su rigidez, su legislación automática, sus causas y sus efectos, sus debes y sus haberes. La tempestad y el fuego advierten que en esa comodidad de voces rectoras, hay que sospechar. Sospechar de la tragicomedia, del plástico, de la asepsia. De cada realidad moldeada por una cultura que pretende mantenernos seguros, en su molde, valga la redundancia. Podemos elegir sobrevivir ilesos, o sospechar. La verdad, por vocación, no impone esa decisión.



El maestro de la verdad asume su vocación de creador que cuenta con nosotros. El discipulado implica resistencia y siempre, misión. El maestro es lo que es sólo así, sólo si envía y aunque acompaña, libera. El discípulo debe perderlo todo para encontrarse a sí mismo. También la seguridad del aula. El alumno lo es para siempre, pero el terreno de aprendizaje se convertirá en campo de batalla. El alumno ha aprendido a sospechar, a escuchar los susurros, o a observar la esperanza oculta en la polilla, a desafiar la altura. Ahora deberá responder, perseguir incansable, arrojarse al vacío. Nadie lo obliga. Nadie se lo recomienda.

Y si de pronto una polilla se para al borde de un lápiz y late como un fuego ceniciento, mírala, yo la estoy mirando, estoy palpando su corazón pequeñísimo, y la oigo, esa polilla resuena en la pasta de cristal congelado, no todo está perdido.

jueves

Ensayo de un ensayo sobre los ensayos



Ensayar

La bailarina lleva ya muchos años de práctica. En la pared de su habitación cuelgan, como adorno, sus zapatitos de baile. El tiempo pasó, y de mucho danzar se desgastaron las costuras, la punta de yeso.

Tal vez seamos parte de un ensayo. Aún no han fijado fecha para el estreno de la obra, la primera función. Por eso, por las dudas, todos los que somos parte de este show le ponemos tanto empeño. Incluso los vestuaristas y maquilladores, los iluminadores y los de la orquesta. Todos saben muy bien su parte, pero el tiempo pasa y no sabemos bien para qué ensayamos, sin público ni críticos.

Así puede ser nuestro tiempo, ¿no?... siempre cumpliendo con nuestra parte, con método y con rutina, día tras día con mediocre perfección y tal vez con ganas, tal vez con entusiasmo y hasta con pasión pero sin sentido. Si hay un sentido, no lo conocemos. Si hay un sentido, que nos venga a salvar.

Yo soy una de las bailarinas, gasto las suelas de mis zapatitos como el tiempo se desgasta, se va carcomiendo, perdiendo, derritiendo. El miedo a perder ese tiempo se parece a estar en equilibrio, al momento justo antes de la caída, del tropezón. Es como bailar un esquema memorizado con temor a olvidarlo, a fallar el paso. El escenario es el parasiempre del tiempo. La música marca el ritmo, incesante. Por momentos la canción es armoniosa, titila como luciérnagas en el teatro. Algunos ensayos los músicos confunden las notas, y sólo lanzan ruido, y todo es un desastre. No siempre los ensayos salen bien, no siempre el director está conforme.

Disfrutamos con ansiedad el descanso hasta el próximo ensayo, todo el equipo intercambiando experiencias, impresiones. No se descubre, a simple vista, la jerarquía, no son tan obvios los roles. Es como un recreo, ¿te acordás?

Al final de esta pieza tal vez se hayan gastado estos zapatitos, tan blancos, tan delicados. Tal vez esté descalza y sangrando, las suelas desgastadas. Pero tengo la esperanza de que allí no termine mi tiempo. Por ahora, con cierta frecuencia hay un tropezón, y con menos frecuencia tocan mi canción preferida.

¿Qué lugar nos toca, a todos, a cada uno? ¿Protagonistas, suplentes, personas ocultas detrás del telón, o ser parte del público? ¿Qué decorado tiene nuestro escenario, el escenario que nos tocó? ¿Majestuoso, recargado, simple, de mal gusto, paupérrimo? ¿Quiénes son nuestros compañeros de elenco, qué relaciones ficticias, actuadas tenemos con ellos? ¿Qué tipo de zapatos lleva usted, qué relación tienen con su coreografía? ¿Zapatos de trabajo, de algodón, zapatillas? ¿A dónde pisa, y con qué cuidado? ¿Quién es el director de esta obra? ¿No será el estreno (que alguien pospone, o nosotros mismos, por miedo) el final del tiempo, el final de nuestro tiempo?

miércoles

montaña rusa.


vos con tu mochila a cuestas
yo con la excusa perfecta.

 Con una colección de esperas atragantada,
ella deja las palabras que sobran en el cordón de la vereda.
Vos le querías regalar un manojo de mentiras rotas,
un partido de truco perdido, un paquete de chicles
y un olvido irrecuperable.

Ella cuenta con los dedos de los pies, se tropieza en la calle,
se queda dormida en el tren.
Vos tenías ganas de empatarle alguna vez.

Le diste la bienvenida con todas tus tropas 
y algunas miradas,
ella te puso entre la espada y el alma.

Soltaron todos los globos de colores para no volar tan alto
y caminaron sin red por un alambre de púas,
en una carpa de circo,
en una calle sin semáforos.

Nadaron sin sacarse la ropa en un mar de canciones
quemadas en los bordes,
se contaron cuentos sin final,
se hirieron (sí, mutuamente, dulcemente) 
con dardos de miel  
y todo empezaba en cada ola,
cada estación, cada vaivén del cielo,
y nada terminaba, y nunca terminaba.

Y vos quisiste ayudar a la casualidad,
y ella embarró la cancha para no ganar.
Hiciste trampa tres veces y ella descartó el fair play.
Quisiste torcer el camino, ella quiso tropezarse 
para dejarte ir.
Corriste el último colectivo, ella se subió sin pagar boleto.

Ella quería cuidar tu esperanza,
vos pediste prestada una vida sin sal.
Ella se empalagó en rincones a corto plazo,
vos hipotecaste la idea de soñar sin ella.
Te regaló un diccionario de palabras esdrújulas.
Le devolviste las ganas que te quedaban

La llevaste de paseo por un laberinto de espejos,
ella se abrochó el cinturón y se animó al  
vértigo de tu abrazo.
Te mintió con una sonrisa,
vos te moriste de miedo por primera vez.

Sonó el timbre del recreo, 
y te salvó la campana del recuerdo,
y punto y coma el que no se escondió.

Despidieron las explicaciones, 
celebraron las distancias,
amaron los errores, patearon los silencios
y se pusieron (mutuamente, dulcemente) en jaque mate 
otra vez.
Y otra vez.
Todos empatan cuando sobreviven en territorio enemigo.

La gente así, como ella y como vos,
mira de frente a la mala suerte y la desafía a otra ronda,
 a otro tequila, un tema más y nos vamos.

La gente como yo y como él se va a dormir pateándole
el último corner a la suerte,
dando vueltas en la cama, acomodando la almohada,
estirando la frazada, con las medias puestas,
con frío entre los pulmones y la boca.

La gente así, la gente como nosotros,
se pregunta todas las noches quién habrá ganado.

Y todas las mañanas le sonreímos 
al viento y volvemos a apostar.

quien sabe?

sábado

















en tu camino me quiero quedar...


-->
Hay lugares por los que paso sin mirarlos.
Hay lugares que comparto todos los días, 
que no cuido, que no amo.
Esos rincones que marco y me marcan, y que no siento míos.

En caminos, en trayectos en recorridos en los que 
pierdo identidad,
en los que no miro de frente,
en espacios que destrozo como si fueran descartables.

Hay lugares que matan, los que me duele pensar. 

Los que me traen recuerdos y tirones. 

Hay lugares que no quiero ver, porque están
llenos de sufrimiento.
O porque son desconocidos, con escaleras y abismos.

Pero también ahí donde soy plenamente yo. 
Sin caretas, sin excusas, sin condimentos.
Ahí donde mi corazón coincide con mis palabras, mis gestos, mis ideas.
Acá, donde descubro y celebro.

Cuando estoy así puedo sonreirte, puedo llorarte, 
puedo decirte,
puedo imaginarte y empezarte de nuevo. 
Mientras mi acá es tu acá, todo lo demás es lo de menos.
Todo lo que falta está de más.

Puedo estar sentada acá pero pensando en algo o alguien 
que está a varios kilómetros de distancia, 
o en el pasado, o en otro mundo.
Para ser, para abrir mi identidad y masticarla, para re-conocerme, 
necesito estarme, estar completamente, estar donde estoy.

Este es el mejor lugar en el que podría estar. 
Acá, donde me toca ser y hacer. Un lugar para amar y transformar.

Allá donde nací, acá donde crecí, esos esquinas, 
avenidas, baches, 
pupitres, paredes, barreras que me marcaron. 
Latidos y silencios.
Todos mis más allá que me esperan para soñar aquello,
ese aquello que está por llegar.

lunes

100 palabras.


abrazo amigo ausente adicción arde amor alianza boca beso bueno calor canción comunidad cantar crecer dolor desazón destierro destino droga emoción estación escuela estrategia escalera flor fuego fantasma fábrica familia gratitud girar golear gustar ganar hundir hielo herramienta honor histeria isla indigencia involucrarme jugar jugarse juego joya jaque kairos kamikaze kermesse kiosco luz lograr leer mucho mío morder morir mimo maestro nada nota nido nudo obsesión obstinación olas ocasión ocaso piñata pausa pasión puente poder querer quizá quemar reproche resistir recreo sentido silencio sombra sol tibio tiniebla temblar tejido todo umbral único valentía vértigo verdad vibrar volar voz vos yo.


La tinta no secó
y en palabras dije muchas cosas
pero en mi corazón
todavía queda tanto por decir
tanto por decir
no me voy
me quedo aquí.

domingo

...




Zona de promesas

Buscar:
No es un verbo sino un vértigo.
No indica acción.
No quiere decir ir al encuentro de alguien,
 sino yacer porque alguien no viene.



Las tardes de verano como esta planifican 
algo edulcorado
oculto bajo las mangas largas que no tienen.

Revuelvo el placard con ansiedad y 
 busco en sus rincones
eso que duerme ovillado y resignado,
duerme desde que el mapa se pintó de azul
en las últimas páginas de los diarios.

Imagino ideas para sacar a pasear 
mi despreocupación
por la vía pública, para enarbolar mi estandarte
de silencio y miedo.

Me persigue este desprecio agridulce 
a dependerde algo más que algunos caramelos,
a escuchar un solo reproche por cantar bajito,
por caminar lento, por hablar rápido,
por soñar a medias.

Me escapo, me escondo, me enredo
en el caparazón y parpadeo.
Me arriesgo y me vuelvo a camuflar
con el resto de las chicas del vagón
con tapado rojo y apunte en mano.
Con ojeras e intersticios entre
la tristeza y el desamor,
con la huella de una sonrisa.



La lucha por la esperanza
intenta sus últimos pelotazos en el área contraria.
Un centro, una corrida, la camiseta
de los perdedores transpirada.
Todos nosotros, casi toda el aula, 
gran parte del vagón.
No está pasando, no está pasando.

La resistencia a prueba de patadas
de estos fragmentos de comunidades perdidas
arrastrándose en un aula, toda una semana de siembra.
Cuando se duerme poco, se sueña peor.


Y hoy que se puede, y hoy, dale que hoy es verano,
me inyecto toda la anestesia y desmemoria
que queda en mis cajones y de la que soy capaz.
Me maquillo con toda la cobardía
que sobra de otros tiempos aún más cobardes.

Hoy despliego una línea de tiempo inventada,
con tiza y piedritas en el patio del fondo.
Y elijo qué olvidar, qué borrar.
Qué páginas arrancar, como si fuera un cuaderno
de apuntes desprolijos.
Qué archivos borrar, qué carpetas perder.
Qué fotos quemar, qué canciones prohibir.

Si descoso estas caras y estas voces y estos besos,
¿este tiempo va a ser el mismo,
el corazón va a quedar entero,
la fiesta va a ser completa?

Si arranco con la punta de los dedos el dolor
y el grito ahogado y las lágrimas escondidas,
¿voy a seguir siendo yo, voy a preferir a la otra,
la imaginaria, la desmemoriada, la más feliz?

Si eligiera, si pudiera, si el corazón
fuera programable, reseteable,
¿qué haría, qué quedaría de mí, qué quedaría de vos,
si nos borrara, si detonara, si retrocediera,
si hablara otro idioma, si otro pasado armara otro presente?



Y qué del a partir de hoy, de lo que viene,
de lo que me espera.
 Y qué del tiempo mágico de los intentos,
del espacio de los susurros y las sombras,
de estos días de caminar entre penumbras,
 de esta zona de promesas.

Y cómo caminar y cuándo celebrar,
y qué canción bailar cuando lo que nos sobra son preguntas,
lo que nos queda son dudas, lo que nos falta es
un abrazo, una siesta, un café con leche,
un beso de temporada, un vestido nuevo,
 un amor de estreno.

Todo tiene su tiempo,
y cada cosa tiene su momento bajo el sol.
El tiempo es bueno, hay Dios en cada instante
y todo lo que nos queda es  
decirle que sí a este minuto.

Las promesas son frágiles, están rotas de antemano.
Como las preguntas tienen inscripto en su genoma
la respuesta y su carencia.
La promesa tiene un sello de vencimiento y un perdón,
las promesas encierran en su carozo un futuro,
un agradecimiento, pero sobre todo la alternativa
del desencuentro y el desencanto, de la mentira o la incapacidad,
la promesa siempre guarda el error y su olvido,
como posibilidad prometida.



Y en esta área rival con mi corazón rodando por el pasto,
 en este laberinto me tienta sentirme más alta que vos,
tener alas más fuertes, mirar con ojos 
más claros y constantes,
pronunciar palabras más precisas
y quiero cuidarte como si, creyendo
que no conocés la salida,que no viste la entrada,
que te pusiste a jugar como yo sin darte cuenta.
Quiero cuidarte como si tuviera las respuestas correctas
de este múltiple choice.

Pero en este laberinto de muros altos,
de nubes bajas, de silencio mayoritario,
de olvido selectivo,
¿cómo soltarte sin perderme?

Cierro los ojos, sonrío y sigo remando
en este laberinto sin rastro de ríos ni mar
de nuestra decepción a media voz,
de esta resaca compartida sin nuestra noche de exceso.