Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

domingo

enamoráte

Lo que amás, lo que captura tu imaginación, lo afectará todo.
Decidirá lo que te haga saltar de la cama a la mañana,
lo que hagas con tus noches,
cómo pases los fines de semana,
qué leas, con quién trates,
qué te destroce el corazón,
qué te asombre y llene de gozo y agradecimiento.

Enamoráte y permancé en el amor.
Eso, lo decidirá todo.



(Arrupe)

sábado

desafinados


y entonces la pausa y entonces la prisa
y entonces la coma y entonces la fuga
y así yo también, y así vos tampoco
y de repente casi nadie, de repente nosotros
y te fuiste y me quedo
y nadie vuelve y yo falto y entonces

y de nuevo el destino la causa la suerte
y otra vez las preguntas los signos las calles
y me respirás y me pierdo y me enredo
y te desordeno y te estrello y te llevo
y todo eso, la revelación un momento
perdés el paso y te equivocás y acierto

el mismo ritmo, la misma canción, un paso
otro paso y sintonizamos
no queríamos ni podíamos y la verdad
tic tac tic tac desafinados

lunes

mate (un homenaje pendiente con palabras prestadas)


"Mi único diálogo verdadero es con este jarrito verde". Estudiaba el comportamiento fragante del mate, la respiración de la yerba fragantemente levantada por el agua y que con la succión baja hasta posarse sobre sí misma, perdido todo brillo y todo perfume a menos que otro chorrito de agua la estimule de nuevo, pulmón argentino de repuesto para solitarios y tristes."

"Demasiado cine. Pero este mate es como un indulto, che, algo increíblemente conciliatorio. Madre mía, cuánta agua en los zapatos. Mirá, un mate es como un punto y aparte. Uno lo toma y después se puede empezar un nuevo párrafo."


El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.

Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es ¨hola¨ y la segunda "¿unos mates?".

Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.

Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno.

Es lo único en lo que nos parecemos los buenos y los malos.
La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?". El otro responde: "Como tomes vos".
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas.

Siempre. Con inflación, con hambre, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.

Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.


El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate.

Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y viceversa.
Es la sinceridad para decir: "¡Basta, cambiá la yerba!". Es el compañerismo hecho momento.Es la sensibilidad al agua hirviendo. Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está caliente, no?".Es la modestia de quien ceba el mejor mate.

Es la generosidad de dar hasta el final. Es la hospitalidad de la invitación. Es la justicia de uno por uno. Es la obligación de decir "gracias¨, al menos una vez al día.


Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.
Lalo Mir.

jueves

Las vidas que no vivimos.

Y como además sale gratis soñar,
y no creo en la reencarnación,
con un poco de imaginación
partiré de viaje enseguida a vivir otras vidas,
a probarme otros nombres,
a colarme en el traje y la piel
de todas las mujeres que nunca seré.




Quería ser disciplinada para estudiar, quería ser hábil en gimnasia, quería correr el peligro de ser hermosa, quería tener el pelo largo y brillante y dorado como Rapunzel, quería padecer de un exceso de simpatía en medio de las tormentas y la palabra justa, inesperada y original para que no me olvides.

Quería ser la Wendy de Peter Pan, Mili en Chiquititas, quería protagonizar una coreografía espontánea en una fábrica de chocolate, quería inspirar una canción de Drexler, quería ser la de Peor para el sol y que no me importe nada, quería moverme en uno de los videoclips que por MTV destruyeron mi preadolescencia agridulce.

Quería ser corresponsal de guerra, bicicletear con el Che para el norte, exiliarme con Benedetti, viajar de polizonte en un barco sin escalas del Viejo al Nuevo Mundo, filmar un documental para Discovery Channel, ser parte del Cirque du Soleil, y subirme al trapecio más alto y tirarme y saber que voy a volar, y volar.

Quería ser la que sirviera el té en el living en el que un chico de dedos largos toca el Himno Nacional por primera vez, quería ser la Maga de Cortázar, sí, la Maga, quería ser Elena de Troya pero más quería ser Palas Atenea, quería poner claveles en los fusiles para protestar contra la guerra, quería tocar la guitarra en mi cama y que me saliera una canción hermosa, y poder cantártela y que sea nuestra canción.

Quería ser la directora de Titanic 2 y sobre todo quería ser la reina de corazones, para poder matar a Alicia y ser Alicia, y cambiar de tamaño ysaber que no es tarde y viajar a otro mundo y sorprenderme y hacer las mejores preguntas. Quería ser Paloma para Calamaro y PG13 con Residente y Visitante.

Quería que me sobren los motivos para olvidarme de vos y que un transbordador te deje en Júpiter sin pasaje de vuelta, y que no volvamos a comer en la misma mesa. Quería ser de Rosario para tener una canción tan genial como la de Piluso, quería ser Alfonsina para no suicidarme, quería estudiar en Hogwarts yhacer magia.

Quería jugarme la vida en una revolución que cambiara el mundo y quería jugarme la boca cuando te tengo cerca sin causas, sin pausas. Quería ser una de las mujeres que fueron a buscar la muerte en el sepulcro y creyeron en la vida, quería ser payaso en la plaza, pintar un mural de colores que hablaran de primavera, quería escribir genialidades y no releerlas y encontrar errores, sinsentidos, miedos y vergüenzas.

martes

así.


En mi idioma

El vapor dibuja el aire, me humedece apenas la cara y ahí voy yo, admitiendo como admito mi identidad de derroche, de catarata de palabras, de esas palabras que cargan una impecabilidad ortográfica insulsa, inevitable. Lo entiendo y te entiendo pero vos no siempre me ves como yo quiero que me veas, como no sé si quiero que me veas. Ahora parece que me mirás entre el ruido y sospechás todo eso que yo todavía no sé, que voy a descubrir tarde como siempre. Me escuchás mis suspiros mis parpadeos cómo crece mi cabello y en algún lado seguramente cómo hacen sinopsis sinapsis (¿sinopsis o sinapsis?  Si lo busco en Google justo ahora es trampa) mis neuronas, mis todas mis células y las esquizofrénicas de mis mitocondrias, también. Todas esas. 
,
No sé, eso sí que no sé, si te hacés las mismas preguntas que yo, digamos en tu idioma pero preguntas como las mías. Porque a veces me asusta esa exacta sincronización de sensaciones, cómo precisamente la misma mirada, una sensación parecida, una opinión compartida, y hasta la misma incomodidad, la tentación, la tensión, la sintonía, no bancarnos, querer volver a casa y para otra vez extrañarte, si se puede decir así. No claro, que no se trata de extrañar, claro que es otra cosa, algo en todo caso mucho más extraño y más triste y más sin nombre y más idiota, una sensación de ausencia mucho más idiota.


Por eso, por esa frecuencia que nos comunica por momentos, es que el resto del tiempo me aterra la predecibilidad-predectibilidad (¿quién sabe?) del desacuerdo, del debate, de la colisión de mundos. La superposición tímida de universos, me da miedo, como América en 1941 para los mundos más viejos, sin mapas, sin banderas, sin colonias. Así vos como el continente en el que nadie vive ni ama ni muere por sí mismo, así vos, lleno de vida pero sin mi mirada que le delineara tantas sombras, que le proyectara tantas palabras, tanta cartografía, toponimia, división política, todo eso que no deberías tener y creo que no tenés. Como hago ahora, eso que te hago ahora.


Y después de un rato ya no me acuerdo si el miedo era a que te hicieras las mismas preguntas, sino mucho peor, a que tuvieras alguna de mis respuestas.


Sabés porque sabemos que el problema es ése, este terror insondable a las palabras, a llenarme de explicaciones, a completar todo con detalles, a pintar todo y no dejar zonas de dudas ni espacios de ignorancia. Un terror a decirlo todo, a que todo se sepa, a que todos los hábitos sean reglamentados. A que me acostumbre, a que no sea sorpresa, no sea vértigo, no sea duda. A que un día todotodotodo esto ¿esto? sea certeza. Por eso no intento borrar una sola coma, por eso no me detengo a registrarlo todo, por eso me lleno de preguntas y de repente me callo, miro para otro lado, suspiro y se las regalo al horizonte, por desprolijo que esté.


Te acercás y te veo como un cíclope, se superponen los dos ojos pero no es cierto que me doy cuenta porque yo, porque mi originalidad y mi poder de percepción sino nada más porque el capítulo siete de Rayuela me lo dijo. Creo que tu cara de verdad es ésta difusa y empañada y desordenada de estar tan cerca, yo a punto de cerrar los ojos o vos a punto de silenciar mi desastre. No estoy segura, pero como tantas otras veces no sé si quisiera discutirlo. Nada más es así, no podría mirarlo distinto. Mirarte digamos. Mucho más lindo así, tan lindo así de cerca.


Reconociendo que no puedo negar, no te rías, no podés negarme, que me pasan cosas modestamente mágicas. Tal vez solamente aprendí a leerlas porque mi docilidad lectora, porque mi sensibilidad de plastilina, mi ingenuidad de fe cálida. Puede ser pero elegir el camino más largo y lento por la noche de domingo y ver ese globo perderse en una de esas callecitas angostas que no hay por acá, un globo dorado con un cordoncito enrulado, no oponía resistencia, no se caía. Envidié a la pareja más próxima más prójima que pudo haber estirado la mano y no lo hizo, me imaginé feliz llevándomelo a casa en el tren, atándolo a la mochila o a la ventana de afuera, algo así. Por supuesto una parte de mí tuvo un impulso de salir a correrlo, hubiera sido lindo correr una cuadra por esa callecita, el viento frío. Todo mi resto me detuvo para verlo irse, para después seguir caminando. Ni mi globo ni vos ni yo teníamos vocación de mascotas. Y no la vamos a tener.


La misma que no puede evitar demorarse varias horas en recuperarse de una discusión política en el lugar equivocado, la que guardó su ira pero no la puede digerir, la que no puede reírse y darse igual. Esa que después se preocupa por la vida de cualquiera que la arriesga empecinadamente o nada más la arriesga de maneras distintas a las mías. La que después de ver una película que no es de terror, que no es ni un poco de terror prende la luz y pone una de dibujitos para poder dormirse, porque le hizo mal, porque tiene miedo y angustia de verdad. Porque que no me digan, que no me reten, porque que no me duelan así otra vez.


Y entonces en mi idioma un loco de esos se sienta en frente en el tren, uno de esos trenes que no es de todos los días, y me empieza a hablar, por momentos parece que habla solo también. Era obvio que de todo el vagón iba a buscar mi atención, era obvio. No se trata de belleza ni de nada que yo tuviera para ofrecerle. Iba a pasarme a mí, iba a pasar nada más para que a mí se me clavara una pregunta. Desayuno unas facturas regaladas mientras pueblos que son nada más que estaciones se dibujan y desdibujan para mí. Le ofrezco una no por él, probablemente. No por conciencia social, no por proyecto de igualdad. Le ofrezco una porque no puedo no hacerlo, no lo entenderías, no puedo. No acepta pero creo que se arrepintió. No le insistí, a veces tengo vergüenza pero ojalá me pida una, las guardo en el bolso las que quedan.


Me acuesto de costado, me tapo con el abrigo y no tengo miedo que me roben el bolso mientras cierro los ojos. No le serviría a nadie su contenido, a nadie que no fuera yo, un vestido sucio de lapiceras y mate, cosas así. Tan robable, y por eso mismo. El boletero me despierta, me pregunta de dónde vengo, a dónde voy. La ficción superadísima por esa gente que vende boletos arriba del tren y no antes, no después. Era igual de evidente que me iba a comentar, me iba a preguntar, si tenía sueño, si tenía frío, si me había divertido.


Esas cosas que ya son normales, que las escribo para que no lo sean, para desautomatizarme de tanta magia, mientras pienso si hacerme un mate cocido o no antes de irme a dormir, mientras odio a los pajaritos que ya están cantando, mientras intento planificar mi semana para ir a la marcha del jueves y que no me lo cuenten, y me pongo cada vez más apasionada en luchas sin fundamento, pero de las que no renunciaría a una sola. El romanticismo de siempre: del lado del que va perdiendo.


Sigo bailando arriba del teclado, me gustan tanto las uñas rojas y el ruido de las teclas negras, tic tac tic tac. El contraste, el ritmo, y sigo y solamente sigo para no ponerme otra vez así en la rutina de la noche, de sacarme las botas, de tener frío un ratito, prender la estufa, despeinarme, despintarme, frío, frazada, acurrucarme sola y preguntarme si ya te dormiste.


No hay opción, enseguida otra vez el sol va a pintar las nubes de un gris más claro. Ni el azar ni la voluntad me van a salvar, otra vez el sol. Voy a intentar que esta noche dure más, que el sol no, no porque no quiera levantarme, sino solamente para probar si puedo. Un tiempo más elástico, sólo por hoy, que el martes demasiado martes no llegue. No quiero ser yo hoy, no puedo ser yo todo el tiempo. Mi inconstancia está motivada más por la curiosidad de si se puede que por la vagancia. Pero el martes otra vez, la mañana después y la lluvia y todo pegajoso y yo despeinada, ojeras, la misma ropa roja de siempre, los botones. Y estas ganas locas de vivir de verdad.



En ese segundo, con la omnisciencia del semisueño, medí el horror de lo que tanto maravilla y encanta a las religiones: la perfección eterna del cosmos, la revolución inacabable del globo sobre su eje. Náusea, sensación insoportable de coacción. Estoy obligado a tolerar que el sol salga todos los días. Es monstruoso. Es inhumano.
Antes de volver a dormirme imaginé (vi) un universo plástico, cambiante, lleno de maravilloso azar, un cielo elástico, un sol que de pronto falta o se queda fijo o cambia de forma.
Julio por supuesto, Rayuela capítulo 67.

sábado

viajando.


Otro pais
- Pasaporte.
- No tengo.
- Visa.
- Eh, no.
- DNI.
- Me lo olvidé.
- No puede entrar, no puede salir.
- Me tengo que ir.
- No se escape.
- Es que tengo miedo.
- No se llama miedo. Es la sombra de todo lo que quiso ser y no fue. De todo lo que buscó y no encontró. De todo lo que pidió y no recibió. De todo lo que tuvo y perdió. De todo lo que amó y no fue amada. Es una sombra nada más. Prenda la luz. Y vuelva a casa. 


 Un viejo mapa menciona: “Corazón del corazón, tierra india del Paitití a cuyas gentes se llama indios: todos los reinos limitan con él pero él no limita con ninguno”.

viernes

casi así.

Lindo y con talento. No hay nadie como él. Pero tampoco hay nadie como ella."
Dijo Celeste, flotando como siempre entre la realidad y alguna otra dimensión desconocida.



Una chica de fronteras y límites. Una chica casi perfecta.
Estudia casi lo más bello del mundo,
tiene el trabajo casi perfecto,
sabe que casi va a cambiar el mundo,
casi tiene suerte,
es casi linda, casi simpática, casi brillante.

Casi ama. Casi crece. Casi elige. Casi vive.
Siempre a punto de,
faltan cinco para el peso,
siempre al borde, siempre en el límite
entre animarse y tener miedo, entre el sí y el no.
Siempre de este lado del puente colgante.

Casi vive la vida de sus sueños.
Casi despierta, casi siempre con una sonrisa
y un sabor que casi se parece a la felicidad.

Pero hoy ahí va. Casi va.
Está a punto, a un paso.
Hoy seguro que sí, seguro que hoy casi sí.
Del casi al .

Termina la novela y empieza la vida.



Los mandalas son diagramas o representaciones esquemáticas y simbólicas del macrocosmos y el microcosmos. La mayoría de las culturas posee configuraciones mandálicas o mandaloides, frecuentemente con intención espiritual. Esta universalidad de los mandalas hizo que el psiquiatra Carl Gustav Jung los privilegiara como expresiones probables de lo inconsciente colectivo.