Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

viernes

¿de verdad terminás con esto el año, Flor?

the healing has begun

Quería escribir y es la nota más difícil seguramente, porque quiero escribir, porque la necesidad me saca de mi eje y me hace sospechar y leerme a mí misma. ¿Por qué querer, voluntariamente intentar hacer algo que es tan natural y tan exasperante y tan libre, tan livianamente indeseable como es respirar para vivir? Si para mí escribir no es más que caminar para llegar a un lado, ¿por qué forzarlo, por qué buscarlo?

Entonces recordé que el mecanismo de extracción de la piedra en el zapato comienza por descubrir que la molestia al caminar proviene de las extremidades inferiores, que en ellas hay algo que no debería estar. Y entonces sacudir el trocito de roca es fácil. Chau.


Pero como los que escribimos nos dedicamos a esto porque no nos queda otra, como pasa con los enamoramientos. O hay otra y es demasiado insípida. Los que ralentizamos los gestos vitales y cotidianos para desautomatizar este mundo, no nos sacamos la piedra del zapato sin más. Nosotros describimos la sensación que provoca, buscamos sus causas en la historia, analizamos los sentimientos que genera y el reflejo que nuestros gestos enamorados descubren como devolución en nuestros interlocutores.

I want you to put on
your pretty summer dress

Entonces yo no me saco los zapatos porque caminar descalza quedará para otras noches, pero me pongo mi vestido de verano y salpico con mi arte menor el canvas de este rato errático. Mi vestido de verano, el de hoy, uno de ellos. El que me hace sentir más nena y más cerca del corazón. Las chicas buscamos síntomas en la forma de vestir de las demás. Eso ya lo escuchaste, ¿no? “Está deprimida.” “Está desesperada por algo de acción.” “Está más gorda.” Bueno, yo me pongo mi vestido no porque quiero levantar sospechas sino porque necesito esos síntomas del amor que vienen pegados a mi vestido enamorado.

Está bien, la honestidad tiene la cara lavada y hoy yo, que me pinto las pestañas para llegar tarde, hoy yo también. Apoyo la cabeza en la almohada y pensamientos desatinados me pinchan en la nuca, me hacen cosquillas en la espalda. Esto qué nombre tiene. Cómo me saco las preguntas de encima. Sin intentar respuestas, Flor.

Por eso desvío mi atención que pulsa lentamente al recuerdo registrado en la memoria a corto plazo e intento simplemente describir y no analizar y no cuestionar y no vaticinar nada. Me releo e intento reconciliar mi conglomerado de intuiciones a esta circunstancia inédita que aparece como guerrilla esta temporada, esta noche. Asisto al espectáculo de ser protagonista otra vez, de vos y yo esta tarde cambiando el mundo de nuestro rincón, con gestos efímeros que nadie intenta codificar. Esa frase que me anoté atrás de un boleto para no olvidarme, porque fue como atrapar una burbuja que las palabras cayeran en mis manitos.

raise your hopeful voice

La continuación o más bien el principio de la historia es bastante conocido por todos menos por mí que de tanto leer finales me olvidé de los “Once upon a time”, que de tanto buscar la excepción me olvidé de las constantes, las pequeñeces, la vulgaridad de los amores. Entonces busco pistas en esta historia nueva para mí. La película acaba de empezar y ellos ya se sacan chispas y hacen magia juntos. La realidad no es tan distinta al arte, es sólo más real. Por eso leo cuentos que ya leí, localizo pistas, intuyo señales, flechas, avisos. ¿Dónde vamos? ¿Vamos? No sé, no sé, pero estamos.

Intento a tientas que el susurro no se diluya en el corte de luz contaminado con malas intenciones y peores augurios y levanto la voz. No grito pero exclamo pronuncio afirmo profiero enuncio aclaro que yo también estoy, que no me escapo, que no me voy como ya sé, ya me dijeron, ya casi me acostumbré a irme y a no saber volver, y a no aprender a estar. Me cuesta perder el control, me indigna dejarme abrazar, me paraliza lo gratis del beso silencioso, de la palabra a media voz, de la ausencia de distancias. Me muevo torpemente en todos los sobreentendidos y malentendidos que nos sostienen cerca, en todo lo que no dijimos, en lo que no vamos a decir, en lo que es potencia pero no existencia. En este respirar juntos.

you’ve suffered enough

Entonces, si esto es una excusa para mantenerme en el desconocimiento completo de lo que me pasa y lo que pasa. Si tantas palabras son una excusa inútil para inflar un oasis de paz mental en esta noche que todavía tiene mucho de rencores y heridas infectadas, de recuerdos mal empaquetados y silencios espesos. Si es, es una excusa mental para sentirme más liviana, para creer que como tengo mucho tengo menos deseos (y eso es mentira, y eso es error). Si pongo excusas y barreras bajas a lo que quiere reptar dentro y plantar bandera o por lo menos anclar un rato en mí. Sí, pongo excusas de esas.

Pero también están las otras, las excusas dulces, los inventos, los recorridos dibujados, las caminatas de no ir y de no llegar, las citas deshilachadas, las sopas de letras, las excusas para quedarnos. Quedáte, me quedo.


jueves

Brindis.



Me vibra algo entre los pulmones cuando veo que mis amigos se unen a esos grupos de brindar y sonreir con la gente que está en el cielo estas fiestas, momentos fuertes hasta para los más ateos y escépticos.

Me conmuevo groso y pienso en el amigo que me falta, en su familia, en las mesas con lugares vacíos para arrancar el año, de mi familia grande, de mis amigos, de mis desconocidos. Pienso en los muchos pibes que faltaron en sus casas un día como hoy hace unos años, pienso en los muertos famosos y los muertos anónimos. 

Propongo yo también llenar y hacer sonar las copas de alegría y también de bronca, porque la vida es vida, porque hay tanto más para agradecer y desear, para emocionarse y llorar, para no olvidar (nunca, nunca), o porque sí.

A los que les duele más que a mí los abrazo con el corazón y concluyo: Qué loco este temita del amor, qué posta que es más fuerte que todas las muertes. ¿Me explico?


sábado

Nacimiento.

Elige ser parte de la historia del errático hombre, nace en una ciudad suburbana oprimida por un imperio sanguinario, en una noche fría de estrellas raras, lejos de casa a causa de medidas políticas, despreciado y marginado, rodeado de animales, algún pastor proletario curioso, inmigrantes (los reyes magos) y de ángeles desafinando. Hijo de una adolescente analfabeta y un carpintero asustado, bebé indefenso en pañales que todavía no sabía que era Dios. Nació y ya era perseguido por los poderosos y buscado por el pueblo. El tipo más bardeado de la historia, pero inspiró a los quijotescos y angustiados de todos los tiempos. Aguante Jesús.

miércoles

Negocio (No van a poder.)


Negocio


El otium era, entre los griegos, el ocio. Tiempo libre, recreo, esparcimiento, solaz, descanso. Momento de filosofar y generar arte. En contraposición, el negotium era la negación del ocio, el negocio, el tiempo del trabajo y el comercio.
Yo que soy una pibita del arte y las filosofías baratas, y porque mi trabajo siempre me da felicidad excepto a la hora de llenar planillas, yo que no soy una chica de negocios, lo siento no comercio. Lo siento pero hay cosas que no negocio.

A ver, quienes esperen aquí argumentos físico-políticos, históricos, biológicos, morales, religiosos para seguir pensando lo que piensan o para odiarme por fin fríamente, para burlarse de mi ingenuidad (de nuestra ingenuidad) o para ganar un debate en la mesa familiar del domingo, pueden irse ya mismo a leer la editorial de Clarín y el twitter de Morales Solá. Es más, si les cabe pueden buscarse un lugarcito en la tribuna de 678. Yo no voy.

No tengo más títulos que el papelito de Bachiller, más herramientas que las que tienen todos ustedes, mucha menos experiencia y sufrimiento que muchos, y la verdad no soy opinóloga de nada. Con toda humildad me hago cargo de todas las letras de mi versión. Vuelvo a pedir disculpas por saber poco, pero estudio y trabajo para que los que no saben hablar también tengan voz. Y tengo que empezar por ejercer mi derecho de decir, por mi propia boca, aunque sea torpe y joven. No tengo más que una voz, una mirada. Eso no lo negocio, no me lo puedo quedar. Pido perdón otra vez, pero me siento responsable de la partecita de planeta que me toca.

La versión fácil sería poder burlarme o putearlos. Ojalá pudiera, pero no puedo. No es porque sea una damita sino porque estoy francamente desconcertada y aproximadamente hecha bolsa. No tengo miedo de afirmar que estas cosas me hacen mal, que no doy más y que no me importa que sea poco profesional entristecerme en casi todas las esquinas y al escuchar y leer a alguna de la gente que más quiero volverse no solo mediocremente xenófoba e ignorantemente fascista, sino también bastante pelotuda, golpista y asesina. Me pongo mal y me lleno de bronca, y mi resistencia frente a la muerte que propagan con sus palabras es una sonrisa y una plegaria por sus almas rendidas/vendidas. Posta.

Mi resistencia es una alegría empática que no quiere llenarle la cabeza a nadie, pero que se inmunizó al odio y a las mentiras. Mi resistencia es una desautomatización frente las generalidades, a los lugares comunes, a la condescendencia, a los refranes, a la demagogia, a la insensibilidad, a la tolerancia que implica tolerar que todo siga como está pero que no tolera al que quiere cosas mejores y distintas. Contra la malintención, contra la burrada automática del que no tiene excusas porque estuvo en las mismas aulas que yo, el que pudo desayunar leche chocolatada a la mañana y que sus papás lo llevaran en auto a un colegio privado, contra el odio gratuito del que tiene demasiada suerte, yo me resisto. Perdón pero es algo que no voy a negociar.

Miren, yo estoy llena de contradicciones y dudas y de miedos y de errores. Lo sé y con el orgullo de ser parte de una generación nacida y crecida en democracia (esa que cuando no se tenía se quería y que ahora tendríamos que morir por cuidarla), me entiendo cruzada por desastres y maravillas, como todos ustedes, como todos nosotros. Por eso no negocio compartir la mesa con gente que a mi edad se permite hablar como la señora Legrand. Chicos, tenemos unos 100 años para luchar antes de convertirnos en eso. Tenemos toda una vida para decepcionarnos pero ahora, ¿ya ser gente rancia y desesperada y desesperanzada, ya mismo hipotecar todos los sueños de mundos mejores para todos, ya mismo tirar al borde del camino y pisotear las ideas de grandeza y de vidas dignas para todos? ¿Ya nos rendimos? Yo mi lucha cotidiana y personal, mi proyecto, no lo negocio.

Hace unos minutos decidí no hablar de lo que más me apasiona y me interesa, que es la gente y su actualidad, con las personas que más quiero. Demasiadas peleas y debates de sobremesa me llevarían a exiliarme en mi pieza o con la gente que está de acuerdo conmigo, y la verdad no me parece nada bien. Pero me sorprende y me duele ver a mi entorno, joven y privilegiado, llenarse la boca de frases implantadas por José Telenoche, por el Taxista Fascista, por Doña Rosa la vecina miedosa. Me duele sentir que levantamos banderas que no nos corresponden y que son las de los que no piensan en nosotros ni en lo que todos queremos, en lo que yo sé que todos queremos más allá del rinconcito que preferíamos cómodo y seguro. No me está entrando en la cabeza tanta insensibilidad y egoísmo, pero por favor no nos pongamos patrióticos, patriotéricos, moralistas. No es eso, no es para nada eso.

Perdón pero no siento que sean excusas el hartazgo y el cansancio de quien tiene familia, techo y comida y trabajo. No me parece el “es lo que hay” y mucho menos el “es lo que merecemos”, y me patea el hígado el “ellos tienen la culpa”. No. Sé que las cosas son como son pero podrían ser distintas. Podrían ser mejores. Podrían ser peores pero sobre todo no fueron ni son inevitables. Hubo decisiones, caminos, puntos de partida y resoluciones que no fueron casuales. Las cosas podrían ser distintas, esto no es lo único que hay y esto no es lo mejor que hay.

Te miro y sé que te da bronca la injusticia, porque te vi gritando contra ella y te miro y sé que te conmueve la necesidad porque te vi movilizándote por el que te necesitaba. Entonces no te puedo entender. No puedo creerte cuando destrozás con tus palabras aquello de lo que sos parte, cuando descuidás lo que merece ser amado y cuidado, cuando tus ideas se vuelven grises y chatas y mediocres y te sentís representado por los que en su discurso irradian terror y aborrecimiento, resentimiento. Porque además creo que perdés la realidad, que no sos realista cuando te ponés infeliz, que no sos inteligente cuando te ponés pesimista. Porque además estoy segura que no sumás nada en ningún lado cuando te ponés destructor y con diez palabras rencorosas pretendés juzgar el mundo y sus habitantes, en sus dolores y errores.

Pensarás que me pongo densa y ambigua y dejo lo concreto y me voy a lo abstracto y universal pero yo sé que vos sabés de qué estamos hablando. Por eso, hablemos claro, no creo que estemos discutiendo. No creo que haya polémica ni discusión posible cuando los del otro lado son argumentos fascistas. Simplemente porque no son argumentos. Estoy convencida de ese latiguillo medio cursi de los progres: El fascismo con verdad e información se cae solito. Y sí. Cuando pedís muerte, exclusión, represión, injusticias para seres humanos, no estás discutiendo conmigo, no estamos polemizando. Estás siendo prepotente y cavernícola. No creo ser autoritaria cuando lo digo, acá el autoritario sos vos. Yo dejo que digas lo que quieras, pero si te digo autoritario, xenófobo, fascista y corto de vista, dejáme que lo diga aunque pidas muerte, exclusión, represión e injusticias para mí también. Cuando me hablás de guerra, perdón, yo no lo negocio, vos estás de ese lado y yo de este.

Está bien, yo ya leí todos los diarios que me explicaban por qué es más conveniente y funcional que tus propuestas destructivas sean ley, se difundan y se hagan acción. Y a continuación podés intentarme decir todo lo que creés que no sé. Pero mi mirada no la negocio. Yo deseo esto y vivo y muero todos los días por esto que aprendí, por esto que todavía no es pero que quiero para todos. Porque esto que yo tengo, comida y cama y poder pagar el boleto de tren y unos libros para pensar mejor y unos pantalones y este teclado lo tengan todos. Mirá, todas estas ideas yo no las negocio, y si se pone en juego ahora lo del libro de Historia, lo del afiche de Derechos Humanos, lo de la Biblia, todos esos discursitos sobre la verdad y la memoria, lo de la charla del bar, que se ponga en juego. Mis cartas son estas, no es tan complejo de entender. No las negocio, no las vendo, no las presto, no hipoteco, no las dejo caducar, no las dejo de pintar y renovar para que sean tan brillantes y soñadoras como ahora. (No, no quiero la revolución obrera, la dictadura del proletariado, usar mamelucos grises y vivir en cajas. Quiero que sea mejor lo que existe y participar del cambio, pero si me choco contra un muro de apatía y desidia, no puedo sola.)

Y como me gusta que la gente se apasione por lo que piensa, pero también me gusta no ser cabezacerradaconllave, te escucho. Te leo y te pregunto con paciencia y dulzura pedagógica. Me quedo mirándote y si no te entiendo ni comparto, y la verdad es que tampoco entiendo que pidas respeto por tus ideas oscuras y expresadas compulsiva y despreciativamente, agradezco y celebro que vos y yo podamos tener palabras y capacidad de formular ideas, un espacio de encuentro en el que podamos intercambiarlas, aunque ya lo dije, para mí las tuyas no son ideas. Son frases recortadas y pegadas de algún manual titulado “Así se deja que el mundo sea el mismo lugar injusto de siempre”, pero me encanta que podamos pelearnos por lo que creemos. Agradezco una vez más que existan todavía espacios de debate y de lucha que vos y los tuyos (posiciones planteadas, yo me quedo de este lado con los míos) con sus gritos y gruñidos, con sus palos y sus armas quisieran acallar, anular, destruir, desaparecer, matar, si pudieran. No van a poder.

lunes

vos.

Cuando te veo por la calle, mirada de joven buscando empleo y de muchacha repasando para un parcial, no te conozco y quiero decirte y quiero decirme, dale vos podés, ojos grandes, el futuro se suspira así.

Cuando te miro conozco la esperanza, aprovecho el tobogán del latido para deslizarme en ese espacio entre lo que hay y lo posible, lo que todavía no. 

Cuando te observo en tus detalles y tus rincones, te veo brillar y espero que hagas chispas en la oscuridad, que repitas mi nombre, que enloquezcas.

Cuando te contemplo así de frente y sin treguas, me recuerdo tan chiquita, tan mimada, tan privilegiada, tan agradecida y quejosa

Y si los veo y nos suspiro, y si te miro y me esperanzo, y si me observo y brillo y si lo contemplo y agradezco, las cosas cambian de color y de forma. 

Como una foto informe que queda clarísima con lentes 3D, cuando todo se vuelve tridimensional y legible, cuando los laberintos se vuelven caminos.

Como esos libros en los que parpadeás y de repente ahí la figura clarísima, sus contornos, sus límites y bordes, ahí donde antes había manchas y señales.

Como cuando busco algo por todos lados, dónde lo puse, cuándo lo usé, pedido de ayuda, todos levantando almohadones, corriendo muebles, revolviendo bolsas, repasando estantes. Se pide otra vez el identikit. Era así y así. No sé Flor, se perdió. No pero tiene que estar por acá. Rendición incondicional. Y estaba ahí, tan a la vista que aparece cuando dejo de buscar.