Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

jueves

Cuento para contar en la puerta del cine

Me quedo con dos trocitos de hilo marrón en las manos y te veo viéndome, deshilachado. Sé que te vas a deshilachar del todo y que junto a mí va a quedar un gran ovillo de colores otoñales. Te prometí volver mañana, con dos agujas, y tejerte de nuevo. ¿Cómo querés ser cuando te vuelva a tejer?



martes

o despintado

cartón pintado
busco los silencios, me espanto cuando me descubren
mirándolos
canto bajito y desafinado, como soltando aire, 
como arruinando el tiempo,
arruinando el resto
describo entre toses el recorrido de una nube, acomodo 
cada uno de mis abrigos,
me desdibujo
espero, algo de mí se hace viento, te miro 
y tanto que no entiendo
veo
te veo, capricho y azabache, 
me espero en la distancia
te cuento
voy destejiendo, deshaciendo nudos, ato cabos, desovillo
abrazada
distraída, la historia se deshace, sopa tibia,
en la boca de todos los demás
y no hay tiempo, me olvido, no me quiero olvidar,
 lo retengo
como quien aprieta una soga que quema las manos,
se corre y se va.
me voy, me escapo, pestañeo y sin mirarte te doy un beso
sin amor
pero con bronca, con toda la rabia que mi cuerpito
puede sostener,
quemándome entre el frío, rompiendo los papeles,
lloviéndome el tiempo que me queda.
todavía no les dije a todos ellos,
desparramo flores secas por toda la ciudad.
un beso, se detiene la primavera asustada, horror,
ya no quiere llegar
se va el frío, se va el tiempo, se va el tren.
la fe en el futuro, el ciego a ciegas, 
las canciones de amor.
se moja el cartón pintado, se caen las máscaras de 
todo el planeta,
se diluye la témpera,
se rompe la escenografía, se muere un cantor.
me voy, frágil y asustada,
porque no me voy, porque no puedo parar de
volver a vos.



miércoles

la respuesta.

por fin encontré mi respuesta, sencilla y amorosa, para lo que viene pasando en estos días. 

por ahora no uso mis palabras, no las tengo.

solamente tengo esta mirada, estos ojos que leyeron y que hoy hacen una retraducción;

lo voseo, porque Buenos Aires, es con vos. 

 

Los ojos de los pobres


de Charles Baudelaire.

Ah, querés saber por qué hoy te aborrezco

Te va a ser más fácil entenderlo a vos, que a mí explicartelo;
porque sos, creo yo, el mejor ejemplo de impermeabilidad femenina que pueda encontrarse.
Juntos pasamos un largo día, que me pareció corto. Nos habíamos hecho la promesa de que todos los pensamientos serían comunes para los dos, y nuestras almas ya no serían en adelante más que una;
ensueño que no tiene nada de original, después de todo, 
y es que, soñándolo todos los hombres, nunca lo realizó ninguno.

A la nochecita, un poco fatigada, quisiste sentarte delante de un café nuevo que hacía esquina a un boulevard, todavía lleno de cascotes y ostentando ya gloriosamente sus esplendores, sin concluir.
Centelleaba el café.
El gas mismo desplegaba todo el ardor de un estreno, e iluminaba con todas sus fuerzas los muros cegadores de blancura, los lienzos deslumbrantes de los espejos, los oros de las medias cañas y de las cornisas, los pajes de mejillas infladas arrastrados por los perros en traílla, las damas risueñas con el halcón posado en el puño, las ninfas y las diosas que llevaban sobre la cabeza frutas, pasteles y caza; las Hebes y las Ganimedes ofreciendo a brazo tendido el anforilla de jarabe o el obelisco bicolor de los helados con copete: 
la historia entera de la mitología puesta al servicio de la gula.

Justo enfrente de nosotros, en el arroyo, estaba plantado un pobre hombre de unos cuarenta años, de faz cansada y barba canosa; 
llevaba de la mano a un niño, y con el otro brazo sostenía a una criatura débil para caminar todavía.
Hacía las veces de niñera, y sacaba a sus hijos a tomar el aire de la nochecita.
Todos harapientos. 
Las tres caras tenían una extraordinaria seriedad, y los seis ojos contemplaban fijamente el café nuevo, con una admiración igual, que las distintas edades matizaban de modo diverso. 

Los ojos del padre decían: 
«¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso! 
¡Parece como si todo el oro del mísero mundo se hubiera colocado en esas paredes

Los ojos del niño: 
«¡Qué hermoso!, ¡qué hermoso!; 
¡pero es una casa donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros

Los ojos del más chico
estaban fascinados de sobra para expresar cosa distinta de un gozo estúpido y profundo.

Los cancioneros suelen decir que el placer vuelve al alma buena y ablanda los corazones. 
Por lo que a mí toca, la canción dijo bien aquella tarde
No sólo me había enternecido aquella familia de ojos, 
sino que me avergonzaba un tanto de nuestros vasos y de nuestras botellas, mayores que nuestra sed

Volvía yo los ojos hacia los tuyos , amorcito, para leer en ellos mi pensamiento; 
me sumergía en tus ojos tan bellos y tan extrañamente dulces, 
en tus ojos verdes, habitados por el capricho e inspirados por la Luna, cuando me dijiste: 
«¡Esa gente me está siendo insoportable con sus ojos tan abiertos como puertas! 
¿Por qué no pedís al dueño del café que los haga alejarse?»

Tan difícil es entenderse, angelito, y tan incomunicable el pensamiento, 
aún entre seres que se aman.


Le spleen de Paris. Capítulo XXVI. Año 1864