Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

martes

pasión y paz

La pasión 
y la paz





Hace varios días ese sintagma que encabeza estas líneas me pasó por la cabeza y pensé “es perfecto, suena tan bien, cómo a nadie se le ocurrió”. Esta noche, para no irme a dormir enseguida, al borde del fin de mi receso invernal, me siento frente a los espacios vacíos del frío de la página y lo tipeo. No. Espantoso. Goma. Chirle. Genocidio mental. Este texto malparido abundará entonces, en lugares comunes y en híbridos inyectados en mí por la sociedad de consumo desde que nací, y por la literatura popular barata desde hace siglos.

Una modelo se rompió la cabeza hoy y yo desde hace meses espero tener un accidente grave, cráneo contra el cordón de la vereda, antes de admitir que en la ciudad que me repele y me rechaza con mis ideas y colores, todo me parece bello y gris con vos, y que no hay nada en mí de la enfermedad que temí acechara todos mis órganos e ideas.

No me atravesó la patología que supuestamente me iba a regalar pesadillas. Temí y me alejé de la fuente de las dolores y los males para extrañar, enseguida, para sentirme extraña lejos de él, para volver o para no irme nunca de ningún lado, quedándome ahí todo el tiempo.

Pendulé entre el espanto y el fastidio hasta que todo fue muy claro y muy nítido y muy siempre. Esperé, miré mucho, me callé todo lo que pude hasta decir las cosas que ya eran obvias. Me encendí y crecí en una paz autónoma, invisible, inestable pero sencilla y elástica. Una paz con vos.

Yo que siempre evité la paz, casi me voy de ella por no perderla. Pero no era eso, no era esa búsqueda frenética e infructuosa entre comedias románticas, entre las caras de siempre, entre los libros de poesía amorosa. No, la paz era otra cosa. Y si creí descentrarme, desequilibrarme por mirarte, eso era paz. Entendí que mi paz era algo probablemente menos tranquilo y menos rosado. Menos tibio y menos calmo. Querer quedarme tirada sin objetivos, horizontal, con la mirada apaisada; era nuestro, o era nada.

Yo que siempre busqué la pasión, estuve al borde de ahogarme sin ella en una campana saturada de aire puro y sin peligros y sin vos. Pero la pasión no era eso, era volverme puntual y de repente y simultáneamente caer en la oscuridad del amor sin avisos y sin saludos a la familia mucho gusto soy Flor, estudio Profesorado de Lengua, soy catequista. La pasión no era bailar con vos ni velas ni flores y ni siquiera certidumbre, y tampoco convicción. No eran citas con brillantinas ni aventuras luminosas, ni entusiasmos, ni guerras ni suicidios. La pasión fue que sostuvieras mis manos en un bar turbio de tristezas caseras.

Yo que entreno la mirada nublada para no emocionarme de lluvia ni dejarme encender por los soles de veranos. Yo que desato tormentas de fe y que construyo esperanzas de plastilina. Yo que digo que no con las manos antes de escuchar la pregunta y que camino con zapatitos rojos al lado del camino, con cerveza en la sangre y sin paciencia en las ideas. Yo me rindo. No corro más, no me canso más. No doy vueltas en la cama esperando el milagro, duermo tranquila cuando ocupás mi almohada y cuando no, también sonrío. Porque no hay enfermedad ni dolor, porque no hay mentiras espesas ni silencios atroces. La pasión es también esto. La paz no es distinta a esto.