Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

domingo

El día que me quieras


Viste cuando recibís una noticia nefasta. Algo que pasó se hace palabras. Y entonces el tiempo es algo espeso y elástico. No sabés dónde poner el cuerpo. Mirás para todos lados, la lengua se queda quieta en su asiento, cualquier cosa que digas es poco apropiada, poco solemne, demasiado cursi. Abrazás a alguien, no sabés cuándo es correcto terminar el abrazo, te tirás en el sillón, querés que sea mañana.

Todos se miran, nadie empieza a hablar, alguien ofrece algo para tomar, la respuesta se muere detrás de tus dientes, exhalás y parece contranatural. Cerrás los ojos, pasan las horas, te preguntás si da seguir con el día, pintarte las uñas, pegarte una ducha. ¿Da? ¿Vale la pena? ¿Tiene sentido? ¿Tengo permiso?
Bueno. Así. Cuando decís o te dicen la peor noticia, la que hace que todas las demás duelan mucho más: te quiero.

Te quiero. La frase momento, la tarde esperada en toda vigilia, el sabor a mate que te extiende una mano querida cuando llegás a casa.

Te quiero. Así, estoy, deseo. Te quiero que es como esperar bajo el sol el colectivo y encontrar en él un único asiento vacío y tirarse y mirar por la ventana y la ciudad que linda es, como en el video de Puente, de Cerati. 

Te quiero, como jugar a la escondida y piedra libre para todos mis compañeros y el que te busca no te encuentra. Pero al revés, sentirte toda encontrada. 

Te quiero es, basta de vueltas. Quiero esto durante más tiempo. Un rato más, un día más, quiero un siempre para los dos. Porque hablamos del te quiero entre dos, ya que estamos.

Te quiero es te acepto y te banco y me quiero quedar acá. Es vértigo y constancia. Sos el juguete que quería que mamá me comprara, objeto de deseo, respuesta a mi pregunta, reacción a mi acción. Te quiero siempre viene con signo de interrogación al final pero también con punto final. Tequieropuntocalláte.

Te quiero es tirarse sin colchoneta esperando que el otro agarre. El salto del sapo en la panza cuando estás en el aire. Pero entonces te mira, te miro, digamos, y no respondo. Y pongo cara de "yo también estuve ahí, te entiendo, ya se te va a pasar". No te conviene.

Te quiero, no lo digas, no me quieras. Porque te quiero es un cheque en blanco, una compra en mercado libre a un tipo sin referencias, una droga de diseño nueva. 

Pero también es el sol sobre la vereda mojada, la noche tibia, la hora perfecta, el chapuzón de verano, la solución inesperada, la moneda que gira, la página en blanco, el helado de chocolate.

Porque te quiero nada tiene que ver con el amor y en nada se opone a él. Democrático e inclusivo, pero también hielo en la espalda. Complementa todos los amores y cada pasión. Deseo, refugio, primer plano, mediodía en la cama, hamaca paraguaya, tostada recién hecha, fin de semana largo, viaje en el tiempo, vos.

viernes

Cuidáte

Me subo al colectivo a cualquier hora, ya no sé si llego temprano de bailar porque son las 8 de la mañana, o si salgo tarde los días de semana a trabajar, porque son las 6. Salgo y vuelvo sin sol, cargada, maleducada, llevo ropa, libros, diccionario de latín, alcohol en gel, SUBE y algunas pociones por si acaso.

No sé si mi independencia te aburre o te preocupa, pero por las dudas, me tirás un cuidáte al final de la despedida. El ruego, la orden, se hace envolvente, abrazo ternura canción: cuidáte nena. Cuidáte por favor.

Lo que ni vos ni yo sabemos es que no te creés eso que socialmente aceptamos y llamamos independencia. Que esperás mis descuidos y mis grietas para verme caer, para cuidarme vos, para abrir la fisura y ponerle no sé, dulce de leche o amor.

Pero el momento memorable ya lo vivimos. Perdimos, probablemente, en la semifinal contra todos los clichés que en el mundo podrían haberse inventado. En tiempo récord. Cliché, si hasta pronunciarte es incómodo. 

Y sin embargo, y todavía, y con todo, cuidáte. El conjuro protector, tan juvenil tan coloquial, el deseo de que el escudo del amor de los que te quieren te acompañe y se quede con vos y en vos. Cuidáte. Cuando puedas elegir cuidarte y cuando no puedas evitar arriesgarte al azar de salir a la calle, cuidáte igual.

Y cuando te quedes solo, y cuando no te quede otra, por favor cuidáte. Sano y salvo. No te comas las uñas, no comas porquerías y no quieras a cualquiera. No digas todo lo que pensás y no vuelvas a pasarme tu número nunca

Cuidáte, de los que nunca están seguros y de los que saben todo. Del reloj del calendario y de la ansiedad. Cuidáte de la televisión los domingos. Cuidáte del alcohol. Cuidáte por favor de que las cosas queden claras alguna vez. Cuidáte, nene, de vos.

Y de las pibas como yo. 

La frase hecha, el saludo final, maternal, transformador y cuidador de tu vida y de la mía, que dicen todos y que espero de vos. Mi independencia es una estafa, es sólo la esperanza que grita, la esperanza de la existencia del ritmo de alguien que un día rime con mis propios relojes. Mi independencia es aferrarme a mucho más de lo que necesito y tener más de lo que tengo. Cuidáte es, siempre, cuidáme. 

Porque nadie te pide que te cuides solamente para que estés bien. Es para mí, cuidáteme, dativo de interés. Quedáteme, guardáteme, así, bien, como ahora, estáte.




Sano y salvo. Y bonito, por si volvemos a encontrarnos.