Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

sábado

Expedientes F

(es una lástima tener que haber censurado tantos para no bardear y por miedo a que lo lean sus autores eh, digo... CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA)



Caso no. 99 Festejos del Bicentenario. Desconocido en traje se acerca y comenta "Te amo". Piba está a punto de responder "yo también" por las dudas, pero desconocido continúa caminando. Se sospecha que era uno de los empleados de los ministerios sembrando amor y autoestima alta para mantener bien up la alegría patria. 

Caso no. 122 Pibe se acerca en el bar y declara: "soy Manuel Belgrano y esta es mi casa, pero casi no me dejan entrar". 

Caso no. 131 Pibe come una hamburguesa de Burger King con piba. Pibe es vegetariano. No hay remate.  

Caso no. 287: Andén de Once. Pibe se acerca y extiende un pañuelo de papel mientras aconseja: "Perdón, es bueno llorar pero tomá así te sonás los mocos."

Caso no. 334  Pibe se acerca. Piba pregunta: "¿vos eras el que dejó dos whiscolas a nuestro cuidado? Ah porque tomamos un poquito y las abandonamos."

Caso no. 336 Piba se burla "vos tenés pinta de hacer boludeces tipo hacer colectas para un Techo". Pibe responde: "sí, ayer volví de una construcción".

Caso no. 512 En alguna parte de la charla, piba se entera que pibe trabaja en el Ministerio del Interior y exclama: "qué bueno porque Randazzo es mi político favorito". Por toda respuesta, recibe: "el mío también, porque es de Chivilcoy como yo".

Caso no. 555 Pibe pregunta: "¿Yo te parezco homosexual?" Luego celebra reproduciendo la marcha peronista y el himno nacional. 

Caso no. 614 Piba anuncia "Pablo Lescano es lo más grande que hay." Pibe responde: "totalmente, su teclado tiene pintado un AK-47, y en el DO está el gatillo."

Caso no. 570 Pibe se pasa de listo por Whatsapp. Piba responde irónicamente. Pibe, cansado, sentencia: "La jugás de culta y ya aburrís, ¿sabés?"

Caso no. 623 En su cumpleaños y en la vereda, amiga grita a piba: "¿Por qué te dio bola ese chico si es lindo?" 

Caso no. 630 Piba cae de lleno al suelo del boliche y mientras la levanta, pibe avisa: "No te vayas más sola que me hacés pasar vergüenza"

Caso no. 659 Pibe antes de irse enojado: "No te voy a hablar más porque sos medio kirchnerista." 

Caso no. 710 Piba baila con un bigote de felpa pegado. Pibe se acerca para insistir en que seguramente le queda mejor el rostro sin bigote. Ella se lo pone a él, que es rubio y le queda peor. 

Caso no. 719 Pibe pregunta: ¿por qué no me mirás a los ojos, tenés culpa? Piba responde: "No, es que soy del conurbano y estoy siempre alerta." 

Caso no. 808 Pibe comenta que se recibió en la UCA. Piba contesta "los chicos de la UCA son los más lindos de las peregrinaciones a Luján"

Caso no. 819 Pibe al día siguiente manda mensaje de Blackberry Messenger. Piba ve la foto en la que hay un muchacho rubio, uno con rulos y otro colorado y pregunta "¿cuál de los tres sos?"

Caso no. 850 Piba recibe mensaje de texto de semidesconocido que reza: "Sos una máquina de generarme frustraciones".

Caso no. 900 Piba tiene entrevista de trabajo con ex del otro lado del escritorio. Fin. 

jueves

mil días

Más de mil días entre hoy y el día que se hizo el centro de mi centro. Todas mis historias se tejen sinuosamente hasta ahí, a partir de ese ayer permanente que dibuja todo el tiempo un nuevo dolor desafinado. 

Todas mis soledades, todos mis horrores, todas mis muertes se sintetizan en un veinticuatro de enero.
Todo mi honor, toda mi esperanza, todo mi amor se termina y empieza en el mar. 
Toda mi memoria tiene como eje una historia que se estrella y erosiona dando forma a todas las otras. 

No hay lágrima que no sienta deshojada al lado de las lágrimas de ese día, y no hay sonrisa que no se la deba a haber, fatalmente, sobrevivido.

No hay silencio entre dos canciones que no tenga el sabor de lo absurdo, de lo nunca explicado, de las preguntas disparadas al cielo, del insomnio ante lo imposible, lo innecesario.

Toda espera es amarga porque una vez no imaginé que pasaría lo peor. No supe que lo peor había pasado. Ahora todo miedo tiene raíz, cada día salgo sin miedo, sin nada de miedo por mí pero imagino finales horribles para todo lo que amo. 

Todas las dudas quedan abiertas, hasta esos minutos que no sé y que no pude explicarle a tu mamá y esos metros hasta la playa que no puedo enumerar. Hay un videoclip oscuro de flashes entrelazados y la certeza invisible de que la oración y la comunidad me permitieron y me exigieron levantarme de la cama aquellos días. 


Y es que no hay cansancio que no tenga sentido en vos, no hay proceso difícil que no se desoville ante el recuerdo de lo que nunca se pierde, no hay clase que no pueda preparar pensando en esa charla que imaginamos juntos y a la distancia. 


No hay culpa ni autodestrucción. No me siento con derecho a desaprovechar lo que ese día el mar me perdonó. Sólo hay un espacio lento que se mueve espeso entre preguntas y saber que nunca ya podría negar la fe que llevabas como camiseta. 

Todas las olas, todos los cafés dulces, todas las heridas son eco de la ausencia.
Todas las ausencias son eco de la tuya.
Todas mis historias, todas mis palabras, todos mis acentos. 



sábado

vestidos

no es hermosa pero donde va 
pasan cosas

Ordenando mi ropa, cuento más de treinta vestidos y concluyo prematuramente en que la mayor parte de mis problemas surgen de la posibilidad de tener demasiadas opciones. 
El cine y la literatura (sin contar la religión y la filosofía) me dieron más mundos posibles demás de profundizar el vigente en mi línea temporal y eso no hizo más que complicarme la vida.
Amar las tramas me hizo una excelente estudiante, una brillante lectora, una admiradora secreta de todas las historias de amor, y la protagonista de ninguna. 

Si hasta mis propios amores los miré de costado, los esperé con temor, los lloré con patetismo, huí de ellos con cobardía y los terminé sin ternura. En ellos, con ellos no faltó el amor, y no falta la memoria, pero en cambio estuvo ausente la pasión, la valentía y la claridad con las que me zambullo en el resto de los mundos. 

Mi primer beso no fue romántico y no recuerdo bien el nombre del portador. Todos mis chicos sabían o saben tocar la guitarra y con ninguno de ellos pude cantar.
Leí Rayuela sin soportar la improbable levedad de la Maga y en cambio me identifico con la resolución, la consistencia y la cotidianeidad concreta, poco mágica poco efímera poco vulnerable y tan viva de Talita. 

No me banqué a Arwen la inmortal ni a la Rosa malcriada del Principito. Me gustan más los recitales que las tertulias. Prefiero los libros a los discos y los discos a los autos. Fui aceptando mis caprichos y olvidando mis excentricidades para ser menos misteriosa y más obvia, probablemente más fría y más simple, pero también más accesible, más dulce y menos maquillaje. 

Mi papá quería ser guerrillero o cura y mi mamá lo fue a buscar. Tratar de competir en historia de amor literaria de la familia a esta altura es arrancar con el pie derecho en el terreno del fracaso. Pero no es ese el proyecto eje de esta vida. A esta altura ser la Julieta de Romeo o alguna princesa de Disney me resulta tan poco apetecible como salir con Bécquer.

Yo amo las historias, las experiencias y las vidas con tanta pasión como debería haber amado o amar prontoqueseacabaeltiempo a alguna persona individualizada. Con 23 años y un puñado ya amé intensamente a varias comunidades, a muchos personajes ficticios, a toda mi generación democrática y desprejuiciada, a algunos seres durante algunas conversaciones, a todo el planeta a la luz de algunas oraciones, a una laguna en un atardecer, al reflejo de un chico en un muy corto viaje en el 132. Probablemente no sea lo mismo, probablemente sea otra cosa, el amor ese del que me hablan las novelas de la tarde. Probablemente todo este ensayo, todo este entrenamiento sea un todavía no. 

No me caracterizan la paciencia ni la sutileza, pero sí la ansiedad de la niña el 24 de diciembre a las 23.45, a punto de abrir el regalo que trajo Papá Noel. Torpe, huidiza, sombría, mezquina, pobre pero libre, pero libre y hermosa.




cuando

Cuando era chiquita juntaba las letras de los carteles en silencio y practicaba los sonidos. Cuando me sentí segura, hace unos 20 años, leí en voz alta la carta de un restaurant medio pelo al que mis papás le decían "el truchito". Así empecé a leer. Y no me detuve. 
Mis maestras de jardín me hacían aprender el versito más largo para los actos patrios, porque ya sabía leer. Pero en los ensayos me aprendía las líneas de todos mis compañeritos y el día del evento, gordita y llena de rulos, recitaba el acto completo cuando los chicos se ponían a llorar de los nervios. 
Hice patín, danza, natación, gimnasia, manualidades, guitarra, plástica, teatro. Todo por poco tiempo, con mucho entusiasmo y nada de constancia. 

Siempre que estaba en Su supermercado, gritaba en la caja "Me gusta más Carrefour" y también gritaba con absoluta impunidad en casi cualquier otra parte. 
Me portaba muy mal con "las chicas que me cuidaban" (nunca les dijimos niñeras) y con mi pobre hermana mayor, y muy bien en el jardín. 
Era muy blanquita e imprudente, y muchas noches las pasé llorando por quemaduras de sol que me habían gratinado intensamente.
Una vez me perdí en la playa, caminé como hacia otra localidad, supongamos de Gesell a Pinamar y ALTO QUILOMBO familiar. 

Desintonizaba la radio con la mirada, y de más grande quemé algunos monitores y corté la luz del colegio. Sin querer. 
Mucho no me gustaban las muñecas, pero sí ver Discovery Kids, cuando tuvimos cable, y jugar a un juego de palabras en la compu con DOS y disquettes. 
Me aburría mucho. Nunca aprendí a andar en bici. Posta. 

Cantaba "dale pelado se vino la pachanga" con muchísima alegría, y lo sigo haciendo ahora que esta generación retro la puso de moda. Otra vez. 
Escuchaba el cassette de Jugáte conmigo en un walkman cuando viajábamos lejos, bailaba locamente al ritmo de Reina en colores y fui muchas veces a ver Chiquititas al teatro. Dos de esas me subí al escenario porque era mi cumpleaños.

Cuando viajábamos lejos, mis papás nos despertaban muy temprano, preparaban el asiento de atrás del auto con frazadas y almohadas y salíamos a la ruta antes de que amaneciera.
Recorrimos el sur con una casita rodante y resbalando en el ripio de caminos angostísimos y   demasiado empinados, se me detenía el corazón ante la belleza de cada lago. 
Amaba irme a bañar en los campings y tener que abrigarme mucho cuando salía. Todavía me gusta bañarme a la tardecita y esa sensación de frío en verano, saquito y short.
Decía "me voy a hacer amigos" y me iba a las hamacas a charlar con los nenes y siempre, siempre me hacía amigos. Hola, ¿cómo te llamás?
Le tenía miedo a todos los payasos menos a uno que se llamaba Piolín y que conocimos en un camping. Me hizo reír tanto sin darme cuenta que salí corriendo al grito de "ME HAGO PIIIISSSS".

Cuando era muy pero muy chiquita iba alguna vez a la oficina de mi mamá y para ese evento especial me ponía un vestido cuadrillé verde y negro. 
Iba a los actos peronistas con mi papá y tengo una foto enorme con Rousselot. Con ese vestido, creo. A través de muchos años de asco alguna versión del peronismo tuvo que trabajar mucho para hacerme dudar y llenarme de problemas y esperanzas otra vez.


Cuando era chiquita no le tenía miedo al mar, no le tenía miedo al sol, no tenía miedo a resultar invasiva e insoportable al hablar con alguien por primera vez, no sabía que era importante ser hermosa, no me gustaba dormir sola y me costaba mucho dormir siempre, creía que sabía todo, creía que había tiempo para todo, cualquier libro infantil me parecía corto y los elegía por su grosor, tenía un libro de esos que cuando te ponés bizca aparece la imagen 3D y me salía re bien verla. Ahora no. 

miércoles

misión


Que no hay misiones cumplidas, que hay misiones vividas, caminadas, exprimidas. Toda misión está entretejida con historias.

La historia del señor que detectaba el agua con un palito de madera en forma de Y, y que fue el personaje del verano signado por la sequía, pero del que no hablamos en el verano de las lluvias. 

O del hombre que tenía patitos que seguían a la mamá pata, nutrias en su patio, un estanque con sapitos y una gata a la que le pedía permiso cortésmente para acercarnos una de sus crías. El mismo que, siguiendo la costumbre de sus antepasados Pampas, tenía un caballo para galopar en él hacia la hora de su muerte.

O la de la mujer que había estado sumida en la depresión y que, un año después, sonreía e iría al día siguiente a presentar su currículum, y que había logrado reverdecer su jardín literalmente, además de ser huésped de dos hermosos gatos: uno totalmente blanco. El otro totalmente negro. 

La historia del niño que corría los autos como hacen los perros. Y cuya hermosísima carita estaba marcada por una cicatriz, recuerdo de cuando se metió entre dos canes intentando proponer la paz entre ellos. El mismo que cuando pasó un señor en bicicleta le avisó "llegaron los misioneros". El que toca el tambor con un ritmo impecable y te pide "vos bailá". El que le acercaba la cara a una nena para que le diera el saludo de la paz diciéndole "dame un beso, no pasa nada".

La de las nenas, la mencionada anteriormente y su hermanita, que venían a jugar con nosotros recién bañadas, bien peinadas y con vestidos largos, claros e impecables. Y zapatillas.

Las historias en el pueblo que en los grandes eventos deja todas sus bicicletas afuera sin candado. Y a la salida cada cual toma la suya sin protestar, aunque la del vecino sea más linda y tenga bocinita y canasto.

Hechos que miramos con ojos casi porteños, casi velados, ignorantes y embobados. Una vez un chico de Belgrano me cuestionó la mirada evasiva "¿por qué mirás para todas partes?" (y no a mí) y le respondí, evasivamente "estoy siempre alerta porque soy del conurbano". En los pueblos la única alerta es la sensibilidad a las nuevas historias.

La del facho del pueblo, en ideas y en acciones, el único que tenía su casa alambrada y cuyos árboles daban fruto en medio de la sequía. El que nos invitó a todos a comer y ornamentó el hecho con la frase "hay que compartir lo que tenemos". Días después se acercó al fogón con chorizos y una parrilla, para seguir compartiendo. 

La del hombre con ataques de epilepsia que hace mucho tiempo esperaba su jubilación y, un año después, nos hablaba del mismo estado de su trámite, continuaba hablando del pago que jamás había llegado, como si lo fuera a recibir esa misma semana. La burocracia le detuvo toda noción del tiempo.

La del ex combatiente de Malvinas que vivía en un vagón y que le pidió al cura que lo bendijera como hace con las casas de familia. 

La del cura del pueblo que le prestó el auto a una mujer. Mujer y joven.

La de la señora que nos detuvo en el centro para contarnos la historia de la pérdida de su nieto, la de un Ramiro como nuestro Ramiro, tan joven y luminoso como el nuestro. 

La de los que viajan para buscar y averiguar nuevos sentidos y nuevos caminos. Los que caminan en alpargatas y bajo el sol en busca del mate de bienvenida, o el mate del reencuentro. 

Los constructores de puentes, que no están en ninguna de las dos orillas, o están en las dos, pero aman con perseverancia ambas.

Los fuegos locos. Los que encuentran nuevos ritmos y motivos para reemprender la fe y seguir tejiendo comunidades. Los que hacen radio, música, bailes, malabares, globos, juegos, rondas, fuegos, cruces, misas, semillas y todo lo que haga falta para movilizar la tierra fértil. Para hacer preguntas. Para inquietar al menos. Para dialogar con la historia. Los hijos de las historias.