Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

jueves

todo lo que termina, termina mal

Como en los tapices enormes de los cuentos, como en las novelas rusas, hay patrones que se repiten. Hay diseños espiralados, historias que reflejan otras, desenlaces inesperados que vuelven a insistir en dañarme de nuevas formas, siempre en los momentos densos de emoción, inoportunos, frágiles. 

Soy amante clandestina de la vulnerabilidad pero extrañar sola es un egoísmo doloroso. Esperar gestos de grandeza que simplifiquen el seguir adelante en el que fue amado y que hoy es un recuerdo tibio siempre va a ser una promesa que de antemano viene fallada de fábrica. La fidelidad es mucho más turbia después del final. 

Así que empezar con fuegos artificiales, amar mucho, confiar en todo, y esperar con paciencia y dulzura los pasos al frente no alcanza en algunas historias. No alcanza en mis historias sin segunda parte y con season finale agridulce. Terminar en salud y con convicción, seguir sabiendo de vos, hablarte de lo que hablábamos y desearte el mejor de mis futuros no alcanza. No alcanza para preguntarse, como después de un sueño, si las cosas tal vez no fueron como fueron, si la mitad del amor no fue mezquino y pobre y avergonzado e infeliz. 

Y aunque te pedí que no te me terminaras nunca. Y aunque las cosas sean eternas mientras duren, y aunque las historias terminadas sean para siempre porque nada se borra se pierde ni se mancha de los sagrarios humanos, aún así, la duda me atraviesa el hígado. Preguntarme por qué una vez más el amor independiente y liberador no tuvo como respuesta movimientos de compromiso ni de valentía ni de ternura hacia mí. Pero sí para la próxima. Preguntarme es en vano y sólo mancha mi amor y de repente esta soledad, esta no correspondencia, este desencanto y yo acá y vos allá y todas las distancias se infectan de injusticia. Por qué nosotros no, si el mundo era nuestro, y todas las plazas y trenes y salas de cine se derretían ante nuestra rebeldía. Por qué nosotros nunca. 

Yo sé que fui yo la que se fue, una vez más. Pero estoy destinada a ir por más siempre. Se que buscaba donde creía que no había y pedía cosas que sentía que no tenías. Pero no era incapacidad, ni timidez, ni falta de constancia. No era eso. No sé qué falló, pero si lo que falló fue el amor probablemente haya que reescribir cada momento y destejer cada nudo que estableció las mejores de mis historias. Tal vez traté de cambiarte pero yo cambié. Y amé tu quietud, y banqué mis cambios. Y me quedé sola antes de dejarte, sola con mis necesidades y defectos. 

Y no hubo reclamos ni rencores. Hubo un adiós triste esperanzado de más, para más adelante, para otro momento. Probé en otros lados y todo fue mejor pero nada fue aquello. Ahora todo es aquello, un punto distante que cuando fijás la vista se mueve y nunca enfocás y ya no vas a poder definir. Y veo fotos y fechas que yo no tuve y que de repente no quiero tener con nadie más. No hoy. 

No hay forma, me digo, de avanzar sin tener un poco de bronca, un poco de dolor, un café amargo y algunos insultos con este pasado cercano que pocos saben porque  quedé oculta, invisibilizada, aislada con vos y con nuestros intentos de una originalidad sobrevalorada. 

Sé que rechazar la mediocridad del seguir estando fue una decisión libre y costosa y que me trajo no pocas libertades que me hacen ser hoy. Yo me hago cargo de mis peros y retrocesos y mi falta de generosidad, y tal vez incluso de una pretensión violenta pero nunca me faltó el amor necesario para darle de comer a una población entera. Ni siquiera después, cuando tuve que ir bloqueando cada mensaje para que no atravesara mi paciencia doblegada por nuevas circunstancias. 

Hoy se cierra el círculo alrededor de tu nombre, y el espiral cansado de girar regresa al punto en el que se vuelve a tomar la birome para escribir nuevas historias. Hoy más que nunca yo, tan sola como siempre, aunque solo en un sentido, un sentido que me define. Como siempre agradecida y feliz por las felicidades de otros que no pude construir y que quise compartir. El despecho simplemente no encuentra puerto para anclar en mi forma de ser, típicamente armada con un repertorio de otras reacciones. Sólo queda el dolor pacífico y frío de las tormentas que se van. Hoy el desierto de la noche se abre enorme y tenebroso ante mis pasos. 

Hace mucho no lloraba con ruido, con la frazada hasta la nariz. Pero no porque ya no es, sino porque de repente y de a poco, lo que pareció haber sido tal vez no haya sido. Hoy la sal en las heridas me recuerda que estoy viva y hermosa y la cura, lenta pero hermosa, sabe que todavía somos lo mejor que nos pasó. 




las cosas fuertes y hermosas 
está bien que terminen mal 

domingo

tu fe te ha salvado


¿Qué es Pascua Joven para mí?


Pascua Joven para mí es una frase: Nunca te vimos tan contenta. El año pasado pasé los tres días de Pascua bastante enferma, con una gripe como no recuerdo otra. Mocos, fiebre, mareo, combo completo. Parecía un zombie de Walking Dead y lo sabía. Pero después de la fiesta de la vida me encontraron unos chicos que me conocen del colegio en el que trabajaba y me dijeron: Nunca te vimos tan contenta.

Pascua Joven es eso, que se me note en la cara la felicidad, la libertad, la energía que me da la Resurrección. Es un efecto especial que transformó todo lo que hago, digo y amo. Es el reflejo infinito de ese encuentro con Jesús que me cambió la vida, que se va haciendo más intenso cuando veo que otros chicos viven ese encuentro y les cambia la cara, les da una mirada más clara y una sonrisa más potente, cambia la forma de caminar y sobre todo: la forma de abrazar.

Pascua Joven para mí es una historia de abrazos. Los que se dan a distancia; un abrazo que se transforma en una ronda gigante, en el pogo más feliz del país, en darlo todo en el estribillo de una canción que se hace el leit motiv de mi año. Pero también, y más que nada ese abrazo que se da cuando rezo con mi amigo que llora, el abrazo de Jesús en el desierto y desde la cruz del dolor y los del sábado a la noche, el abrazo de paz eterna en el que nos encontramos con cada amigo y cada desconocido para agradecer, para perdonar, para estar juntos.

En Pascua Joven abrazo mi historia y la historia de mi gente. A mis papás y a mis hermanos, a los que ya no están y extraño mucho, y a mi comunidad y a todos los que no tienen todo lo que necesitan. Sano mis heridas, tomo decisiones y recupero fuerzas para seguir el camino de aquello que elegí y amo hacer. En Pascua Joven me animo a soñar en gigante y a soñar de a muchos. Pascua Joven es la canción que cuenta mi historia de fe, es un cuento de muerte y resurrección que necesito releer cada año, inevitable como soplar las velitas en mi cumple o brindar en Navidad. Es una onda expansiva de amor revolucionario. Es la búsqueda apasionada de mundos mejores. Y es no volver a estar nunca más sola. 

En el momento más terrible de mi vida pensé en Pascua Joven, y creí que no volvería a ser para mí nunca más. Que de ningún lado saldría la fuerza para volver a cantar, saltar, reír y vivir como antes. Pero Pascua Joven es para todos, siempre. Pascua Joven es la fiesta de todos, y el amor que opera en esos días puede con todo. Y no fue de repente ni mágico, fue a través de encuentros preparando encuentros con los referentes, reuniones con los coordis, lecturas, charlas, misas, tiempo, ponerle palabras a lo que me pasaba… esa Pascua, la del 2009, me devolvió la vida y me devolvió a mi casa, y me devolvió a mí misma.

Cada Pascua tiene su propio sabor, según el momento en que me encuentra y la forma en que decido y puedo vivirla, según cómo la rezo, con quiénes la comparto más. Pero todas las fotos que guarda mi cabeza de Pascua Joven tienen un color especial, una luz diferente, el destello que tiene lo más sincero y enorme que viví. Sé con certeza que Pascua Joven despliega mi potencial y me permite encontrar palabras, ideas, fuerza y confianza en mí que yo no sabía que tenía, que es un lugar y un tiempo que desborda mis límites y mis defectos y me desafía cada vez más a dar hasta el final. Pascua Joven es de una vez y para siempre, y cada vez que sea necesario. Pascua Joven es la mejor versión de Flor. 

Esta noche no (inconcluso)

Refregó la crema antiage entre sus ojos y sus sienes y sonrió sin mostrar los dientes. Si durante esta mañana hablaba con la que había sido diez años atrás, debía agradecerle su constancia, su paciencia y su capacidad de proyectar. 
Había sido y estaba siendo todo lo que había querido y buscado ser. Vivía en cada rincón y en cada instante lo que había planificado en cada ensoñación sobre el pupitre de su secundaria. 
Decoró con buenas notas, ejercicio, novelas y algo de inteligencia suave una belleza mansa y una simpatía despojada de ingenio. Había sido una niña que no hacía preguntas, una adolescente que no tenía ni causaba problemas, una amiga comprensiva, y ahora era una ciudadana tolerante y una esposa colaboradora. En todos los sentidos. 
Cecilia tenía 32 años, un marido, dos hijos y un perro. Cecilia, Ignacio, Franco, Valentina y Sancho. Sancho, el perro. 
Ese había sido su mayor atrevimiento. Una hipertextualidad semiliteraria; "Ladran, Sancho". La siguiente y última ruptura con las convenciones era llamarlo tiernamente, Panza. 

Cerró la puerta del auto con firmeza y sonrió mostrando hasta la segunda muela. Dientes parejos, nacarados. No sabía cómo había llegado hasta ahí. No tenía recuerdos ni esperanzas. Todo le salía bien, no ostentaba complejos ni temblores. 
Ignacio tenía 35 años, una familia y un trabajo. Buen amigo y mejor profesional. Un tipo sano y dinámico. Simple. En todos los sentidos. 
Su única debilidad era un fanatismo frío por el Sudoku y su mayor pasión era el folklore futbolero que, sin maldad ni reflexión, despertaban un enano facho medio pelo en él. Un gesto machista, un destello nacional.

Por eso él