Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

domingo

cada vez que.-


Quo

Tiens
Cum
que
Significa “cada vez que”.  En latín, quotienscumque es un adverbio que introduce una oración subordinada temporal. Cada vez que A, B. Parecido a “Cuando A, entonces B”, pero el idioma le suma el requisito de la repetición, del rito que por definición, es preparación, reproducción, recreación. El rito es multiplicación, es repetido. O no es.
Quotienscumque es una palabra que en sí misma encierra la aliteración, se traba, se obstaculiza, es una palabra con laberinto, con chispas, con curvas adentro.
Cada vez que, para mí, es ritmo, continuidad, constancia, camino. Para mí, es música, espacio entre las palabras, diálogo. Quotienscumque significa que todo o casi todo lo que es una vez, es para siempre, pero a todo o casi todo hace falta rehacerlo, rearmarlo, volverlo a cocinar y volverlo a probar, tibio.
Por eso los cumpleaños, cada una de las veces, por eso los calendarios, las citas repetidas, las preguntas respondidas, preguntadas otra vez. Por eso releer Cien años de soledad y Rayuela todos los años. (Uno en verano y otro en invierno, claro).
Por eso vos y yo otra vez y otra vez, entre la sorpresa y el tedio, entre el descubrimiento y el cansancio. Y quotienscumque nos vemos otro encuentro, otras palabras, la reinvención del beso y todo lo sagrado de lo que no está organizado. Quotienscumque, no importa cuantas veces, siempre es hoy y siempre es ahora que.
Por eso Pascua de Resurrección, cada vez que sea necesario, Pascua. Insistencia, reiteración pausada, latido lento e intenso, fuego, pantallazo, rayo luz conmovedor, una tormenta, una música infinita. DLG.
Por eso otro año y otro, y todos los días, pascua, este espiral de vida, de lo nuevo y renovado y renovable. Por eso hoy otra vez reinventar caminos, abrir regalos, desatar tormentas, empezar lo imposible, estallar las tardes. Así, quotienscumque. De una vez y para siempre, y cada vez que 
sea necesario.


viernes

ella.

Homenaje en vida

La paradoja incomprensible y dolorosa. Mi hermanita menor es una ancianita, un cuerpito que es todo un latido suave, que en un abrazo late toda.  La certeza de la despedida cercana no me acerca al morbo si agradezco, mientras dormís a unos metros, por tu vidita simple. Licencias de una escritora sin best y sin seller, hablo de ella porque nadie me llena los ojos de lágrimas estos días como su presencia mágica que se va apagando como un suspiro. Lo siento, hoy es mi vida, hablo de ella.

Ella y yo. Nos peleamos y nos portamos mal. Crecimos juntas, y ella con Eva, pegándose entre sí algunas de sus características más características. Ariscas y sociópatas, mágicas y talentosas. Hermosas y brillantes por igual y a su manera.
Belleza triste que recorre cada vez más despacio los rincones, acaricia el aire de toda la casa llena de dolores, llena de cansancio. Minúscula, suave, blanda y profunda.



Brujería, estrellita de mar, otoño tímido.
Dama antigua, princesa rusa, misterio poético.
Silencio sabio, algodón de azúcar, atardecer.
Lenguaje de mimos, un mimo en los pies, un bollito en las sábanas.
Uno de los amores de esta parte de mi vida.
Compañera, room-mate, 
hermana, rock star.
Lucy cerca del cielo con todas las estrellas.
Que viva siempre la gatita más rockera.

we.

Somos nosotros
Insisto en que la frase acuñada por nuestros adolescentes refleja una vez más, como otras veces, la sabiduría fresca de una generación: “Somos nosotros”. La que antes fue “Es lo que hay”, esa sentencia apática y simpática que oscilaba entre el conformismo resignado y el agradecimiento honrado, hoy es “Somos nosotros”, una reivindicación digna de identidad. No necesitamos probar nuestra identidad con más adjetivos. No necesitamos que nos definan con subtítulos de tribus urbanas: somos. No fuimos, no seremos: somos. No tenemos que probarle a nadie que somos el futuro. Somos. Si nos definimos de algún modo; somos nosotros, lo mejor que tenemos es esta primera persona plural, la que se hace cargo de la voz personal y que se hace fuerte en el conjunto, en la suma, en la comunidad. 

Somos nosotros.
Los que nos conocemos en la fila de cuarenta minutos de la fotocopiadora.
Los que hacemos la fila de de cuarenta minutos solamente para bancar al compa que tiene que sacar las declinaciones de Griego.
Los que subimos diez pisos de escaleras en señal de protesta porque los ascensores son amarillos.
Los que sufrimos el mal humor de los bedeles.
Los que llegamos tarde para bancar el pucho de la escalera.
Los que nos subimos a un Primera Junta cuando hace frío, para ir juntos y abrigaditos.
Los que nos escandalizamos con el aumento de los panchos en Once, porque comemos panchos en Once y eso no hace más que mejorar nuestra salud.
Los que almorzamos en el camino, merendamos en clase y pedimos algún mate para despertarnos.
Los que tenemos una relación de amor-odio con las ciencias de la educación y con Perón, Foucault, Borges y Saussure.
Los que tenemos tatuada en la frente algunas frases de Freire.
Los que puteamos a Macri porque no hay nada más sanador que putear a Macri.
Los que nos anotamos mal en una correlativa.
Los que nos anotamos haciendo cruces en una planilla fotocopiada.
Los que hacemos dibujitos en los márgenes de las hojas.
Los que volvemos de las vacaciones y no hablamos de Gran Hermano, pero sí de cine de los ’60.
Los que tenemos la voz gastada porque nuestros estudiantitos hoy tuvieron un mal día.
Los que no entendemos la gramática pero nos obsesionamos con esa ciencia mágica.
Los que analizamos oraciones de Latín en el suelo.
Los que aprendimos a leer la vida con Julio.
Los que mandamos mensajitos en clase y ahogamos las sonrisas y los enojos.
Los escritores sin éxito y sin lectores que besamos las palabras y las despertamos a gritos.
Los que hacemos el amor, la paz y la guerra en los pasillos.
Los que, hablando de guerra y paz, fuimos felices leyendo novelas rusas.
Los que estamos pensando seriamente en aprender ruso.
Los que nos ponemos de acuerdo en las discusiones de política y nos peleamos en las conversaciones sobre música. Y viceversa.
Los que tenemos mucho más que nuestro propio peso en apuntes en casa.
Los marxistas que nos ponemos peronistas cuando los marxistas se ponen boludos, y nos ponemos marxistas cuando los peronistas se ponen siniestros.
Los que no podemos parar de brillar.
Los que literalmente nos salimos del molde por moldear algo distinto.
Los que hacemos los túneles invisibles que van a mover el piso de todos.
Los que ponemos los ladrillitos de lo nuevo desde abajo.
Los que sembramos de noche para anticipar la mañana.
Los que nos morimos de sueño, nos morimos de calor, nos morimos de hambre, nos morimos de frío, nos morimos de cansancio. Los que también a veces nos morimos de dolor, de impotencia y de despecho. Los que, sobre todo, nos morimos de amor.
Los que, muertos de amor, bajamos la cabeza y seguimos tomando apuntes.




Pero tenemos este tesoro 
en vasijas de barro.
Somos oprimidos de mil modos, 
pero no nos abatimos;
nos sentimos desorientados, 
pero no desesperamos;
estamos perseguidos, 
pero no abandonados;
derribados pero no rematados.
Como moribundos, 
pero estamos vivos;
como castigados, 
pero no muertos;
pobres, 
pero enriqueciendo a muchos,
no teniendo nada, 
pero poseyéndolo todo.
2 Corintios 4