Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

miércoles

Confirmación

5:05. Me quedaba, todavía una hora para dormir. En esos tiempos de madrugadas trabajadoras no era despreciable ningún minuto de la noche. En esos tiempos no dormía nunca más de cinco horas seguidas. Excepto los domingos suicidas de resaca, y no todos.

5:05, miré en el celular. Me había acostado con el reloj puesto porque la normalidad se alejaba de mí a vuelo rasante, pero la pantalla cuadrada era la única luz en el lugar, y me indicó el momento. Parpadeé, y supe enseguida que me había despertado con un beso. Como en el revivir de la bella durmiente; necrofilia y violación. ¿Cómo me vas a besar dormida? ¿Cómo me vas a despertar así?

Un beso en la frente. De repente me habías dado un beso en la frente. No hubiera querido despertarme. Creo que no venían más besos. Pero me hubiera  gustado preguntarte por qué ese.

Compartíamos un espacio desconocido pero con características que para mí eran habituales. Algún rejunte multitudinario de gente en el que se hacen filas para vivir momentos cotidianos, como comer o bañarse. Un espacio desconocido pero posible, frecuente en mi vida pero no cotidiano. Actividades que difícilmente compartiríamos. 

Pero hacíamos lo de siempre, hablábamos caminando. Caminábamos hablando. Transcurría, en tiempo onírico, un día cualquiera. 

Hasta que me diste un beso en la frente y me despertaste así. No lento y solemne, como la bendición de los padres a sus hijos. Tampoco el beso tierno y cuidante que calcula la fiebre a puro amor. Un beso travieso y púber, en un costado de la frente, como quien deposita dulzura espontánea. 

Hace mucho tiempo quería a alguien. Con él nos marcábamos así cuando creíamos que las despedidas eran definitivas. Nos dibujábamos cruces con los dedos y un beso en la frente, porque era contraproducente que fuera en la boca pero era necesario besarse igual. El tiempo nos recordó que no era para siempre el amor pero tampoco lo era el adiós. Lo único que permanece es la bendición. Y la desilusión, la desilusión también.

5:05 Me desperté. En el sueño, me habías dado un beso en la frente. Hasta tu estatura era onírica, porque te agachaste un poco para llegar a mi frente, un poco a mi derecha, bien cerca del crecimiento del pelo. Durante el día reconstruí el momento e inventé que con tu mano izquierda sostenías el movimiento levantando mi nuca. Me parece que no fue así. Pero puede empezar a serlo. 

No era la primera vez que me dormía escuchándote pero era la primera vez que soñaba con vos. Creo que salí de ahí porque no podía manejar ese roce inesperado y la carga simbólica del gesto generaba demasiadas preguntas como para que la razón no quisiera participar. Pero aunque el acercamiento, suave y profundo, me llenara de dudas, también fue una confirmación.

Como el sacramento, la confirmación es una unción en la frente. Un sello indeleble que nos confirma en una opción. Y una firma que nos hace cargo de algo. A las 5:05 entendí que lo que necesitaba de vos, buscaba y construía en mí, era esa confirmación. El fin de mis incertidumbres, una respuesta a mis ecos, un sello en lo que intuyo. 

Me confirmaste en vos, quedándote en mí, dejándome ser yo. No importaba qué pasara en este plano, si nuestros cuerpos se encontrarían alguna vez, si esas proyecciones encontraban un espacio en nuestras vidas llenas de destiempos. De las horas en las que iba a dormir y me mantuviste despierta, de los lugares a los que fui para encontrarte, de nuestras vidas transformadas, de todo el tiempo perdido perdidos. 

Una confirmación que me llena de preguntas nuevas. Algo de mí siempre va a ser tuyo, algunas ideas de trasnoche y unos párrafos amargos. Y un sueño. Algo de vos que me queda y te robé, un simulacro de tu otro, el reflejo de tu reflejo, una chispa de vos, tu imagen inclinándose para darme un beso en la frente a las 5:05. 







lunes

16 de septiembre de 1976

(collage arbitrario y personal de voces al respecto)

Día Nacional de la Juventud
En 1988 la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires sancionó la Ley 10.671, que establece la fecha del 16 de septiembre como el “Día de los Derechos del Estudiante Secundario”. La norma, además, incluyó la indicación a la Dirección General de Cultura y Educación para autorizar y promover que se desarrollen “clases alusivas a esta conmemoración, al tema Democracia y Derechos Humanos, brindando información sobre los sucesos acaecidos el 16 de septiembre del año 1976, remarcando la importancia de los valores democráticos en contraposición a la arbitrariedad de los regímenes dictatoriales”. Además, se autoriza a los Centros de Estudiantes, a realizar toda actividad cultural y/o deportiva tendiente a conmemorar lo especificado.
Posteriormente, en noviembre de 2006, el presidente Néstor Kirchner elevó a la Cámara de Diputados de la Nación un proyecto de ley para establecer el día 16 de septiembre como Día Nacional de la Juventud, aprobado en comisiones pero no tratado por el cuerpo. Los fundamentos del proyecto expresan que “la elección de esa fecha para representar el Día Nacional de la Juventud trasciende el dato histórico y busca establecer el hecho simbólico (…) Se propone, así, instituir un Día Nacional de la Juventud que tenga por objeto que los jóvenes de nuestro país se reconozcan como protagonistas de su propia historia, sujetos de deberes y de derechos, ejerciendo plenamente su libertad y sus potencialidades, y manteniendo la lucha, siempre interminable, por una patria para todos”.


Estudiantes secundarios en la dictadura

(fragmento del Nunca más)

«Cuando llegué a "La Escuelita" (Centro clandestino de detención), había alrededor de una docena de jóvenes de 17 años, todos alumnos de la Escuela Nacional de Educación Técnica N° I de Bahía Blanca. Habían sido secuestrados de sus domicilios en presencia de sus padres, en la segunda mitad de diciembre de 1976. Algunos llegaron a estar ahí por un mes, siendo duramente golpeados y obligados a permanecer tirados en el piso con las manos atadas en la espalda. Por lo menos dos de ellos fueron torturados con picana eléctrica. Posteriormente fueron liberados. El motivo de.sus secuestros fue un incidente que habían tenido con un profesor (militar de la marina). Al finalizar las clases, había un clima de alegría en la escuela; el citado profesor los apercibió por el bullicio y los alumnos no se sometieron a sus órdenes. Por ese motivo, los expulsó de la escuela. Los padres de los alumnos elevaron protestas a las autoridades militares y pidieron la reincorporación de los estudiantes. Las autoridades les "advirtieron" que finalizaran con sus pedidos "o se arrepentirían". Días más tarde, grupos de encapuchados fuertemente armados irrumpieron en los domicilios de los estudiantes, secuestrándolos».

Los seis desaparecidos de la noche de los lápices

DANIEL ALBERTO RACERO (En la foto)
“Calibre”, 18 años.
Hijo de un suboficial naval peronista que murió en el 73, trabajó desde pibe como mensajero. Cuando ingresó a la UES del Normal 3 de La Plata, escribió: “Encontré una trinchera para luchar por una causa justa”. Realizó labores de vacunación, recuperación de viviendas y apoyo escolar en barrios pobres y participó de la conquista del BES. Secuestrado en la casa de Horacio Ungaro el 16.09.76 en Arana y Pozo de Banfield. 

MARIA CLAUDIA FALCONE
16 años
Hija de un ex intendente peronista de La Plata, se sumó a la UES a poco de ingresar a Bellas Artes. Después del 73 participó en tareas de apoyo escolar y de sanidad en barrios pobres de La Plata. En el 75 participó activamente en la campaña por el boleto estudiantil secundario (BES). Secuestrada 16.09.76 en la casa de su abuela paterna, fue vista en Arana y Pozo de Banfield

MARIA CLARA CIOCCHINI
18 años
Alumna de colegios católicos, participó del scoutismo parroquial y en la UES de Bahía Blanca. Debido a los crímenes de la Triple A y la CNU en esa ciudad, a fines del 75 se mudó a La Plata donde se inscribió en Bella Artes y se fue vivir a la casa de Claudia Falcone. Fueron secuestradas juntas el 16.09.76. Fue vista en Arana y Pozo de Banfield. 

FRANCISO LOPEZ MUNTANER
“Panchito”, 16 años.
Hijo de trabajador petrolero peronista preso durante el Plan Conintes que en el 73 se alineó con el sindicalismo ortodoxo, Panchito marchó contra la corriente familiar: era hincha de Gimnasia y militó en la UES de Bellas Artes. Junto a Claudia Falcone participó en trabajos voluntarios en barrios pobres y en la lucha por el BES en 1975. Secuestrado 16.09.76, fue visto en Arana y Pozo de Banfield.

CLAUDIO DE ACHA
17 años. 
Sus padres eran trabajadores con ideas de izquierda y tras el triunfo de Campora participó de la toma del Colegio Nacional por su democratización. Tímido y gran lector, se incorporó a la UES luego de la muerte de Perón. Como todos, participó en las manifestaciones por el BES. Secuestrado 16.09.76, fue visto en Arana y Pozo de Banfield.


HORACIO UNGARO
17 años. 
De familia comunista, en el 74 rompió la tradición familiar y se sumó a la UES del Normal N 3. Gran lector y excelente alumno, participó de la lucha de la Coordinadora por el BES. Realizaba tareas de apoyo escolar en la villa miseria ubicada detrás del hipódromo platense. Secuestrado 16.09.76, fue visto en Arana y Pozo de Banfield.


Declaración escrita en el cierre del encuentro jóvenes y memoria. 

Chapadmalal 2008

Jóvenes en nuestra memoria
En estos días estuvimos recordando a los jóvenes de la década del 70, no se trata de vivir en el pasado sino de rescatar las mejores acciones para aplicarlas en nuestro tiempo.
Dicen que los jóvenes de hoy, en comparación con ellos, somos poco solidarios y no estamos unidos. Esto en cierta forma es consecuencia de la dictadura. Todavía existe el miedo a la represión, a que nos manden a callar, a que nos prohíban gritar.
Ellos enfrentaron una realidad distinta a la que nosotros tenemos en la actualidad. Ellos sirvieron en el pasado, nosotros queremos servir en el presente.

Jóvenes del presente
Vivimos en un sistema excluyente que no nos brinda las mismas posibilidades, pero este sistema lo conformamos todos.
Aunque cuesta fijar objetivos comunes, si nos juntamos podemos hacer un cambio. Hay que sumar participación, involucrarnos creando nuevos espacios para dar a conocer nuestras ideas y opiniones. Hay que organizarse, no solo los jóvenes sino toda la sociedad.

Declaración escrita por alumnos de escuelas secundarias en el encuentro de cierre del Programa Jóvenes y Memoria 

Chapadmalal 2009

Los jóvenes dicen:
… somos rebeldes; porque dudamos de lo que nos dicen, porque no  dejamos influenciarnos por cualquiera, porque no nos cerramos a una sola forma de ver las cosas, sino que cada uno lo plantea a su manera, y sobre todo porque tuvimos el valor de interesarnos y de recorrer nuestros propios caminos siendo así: rebeldes.

Reflexión sobre el ámbito escolar escrito por alumnos de la EEMN°31 de Morón

Documental Entre escaleras y reorganización, 2005

Mirá la mesa, la silla.
Mirá adelante, no mires por la ventana. Allá vuelan los pájaros.
No hables con tus compañeros. No le pidas ayuda. Estás solo.
Aprende esta lección. La lección: sumisión
Ante el poder eres tú con tu impotencia.
Nada de comunicación, convivencia o asamblea.
Compite con los impotentes solitarios en las notas.
Presión. Presión familiar, presión de futuro, presión de trabajo. Presión.
En el pizarrón está el saber, la verdad del sistema. Escucha al profesor, transcribe al
papel sus dictados, traga sus discursos.
Hastío, aburrimiento, suena la campana, memorizar, sudores, nervios, depresiones,
compromisos, competir en los exámenes, las notas, el juez que evalúa, por tu bien,
porque tú no sabes lo que es bueno para ti.



Poema a María Claudia Falcone 
escrito por su padre

Mano anónima aleve y asesina,
con sólo tocarte
ha intentado
macular tu pureza,
tu inocencia,
por cierto, fracasando.
Tu grandeza de alma
es infinita.
Tu generosidad, ilimitada.
Virtudes tales
son inmaculables.
La mano anónima, aleve y asesina,
no ha podido mancharte
por más que lo intentara.
Y esa pureza
constituye tu triunfo.
TU VICTORIA y su derrota.
Has vencido, hija mía,
y tu victoria ha sido apocalíptica.
Aunque tú estés ausente todavía
yo te lloro y te admiro
al mismo tiempo.

Jorge Ademar Falcone

Final de la carta a María Claudia 
de su hermano Jorge

“Evita lo sabía, Clau, los que menos tienen son los que más dan: Ante un Estado diezmado emergió vigoroso tu Pueblo de siempre, multiplicando el voluntariado solidario a lo largo de la Patria. Montando merenderos, salitas de guardia y consultorías jurídicas gratuitas, huertas comunitarias, fabricas recuperadas, y los más diversos microemprendimientos. Porque, como dijo Ernesto Cardenal, el sacerdote sandinista: El Pueblo nunca muere.

La taba está en el aire, compita de los bellos días. Y en tanto gira, Johanna se refugia en un cyber de Mendoza para huir del bardo familiar, y me escribe un mail donde expresa que desearía ser vos. Nahuel, a sus doce, cuida sus cotorritas en Puente de Fierro a la espera de dedicarte un poema a viva voz el próximo 16; y Lucas, a sus catorce, rebobina en La Aceitera una película que te nombra, para entender de una vez. En resumen, mi dulce interlocutora, que ni vencimos aún... ni está dicha la última palabra.-

Tu hermano Jorge,
que siempre extraña nuestras charlas.
Y aquella risa que no cesa.”

Recursos para trabajar en el aula:


PDF:


Documental Los irrecuperables: http://www.youtube.com/watch?v=O2IfIDF5SC4

sábado

platos rotos

Recién se me cayó y se me rompió una taza. Hace unos días, un platito. No se despegaron de mis manos, huyeron de los muebles que los sostenían cuando me acerqué. Un movimiento brusco, una mirada fuerte los arrojaron de la seguridad y los enviaron a los pedazos.

Por eso sé que algo está pasando, que algo está por pasar. Sin embargo, como cuando escribo un cuento en el que los protagonistas son apasionantes pero la acción queda congelada, simplemente no sé qué quiero que pase. Siempre conozco mis deseos, no siempre me animo a decodificarlos.

Es como aquella vez en la que un plato resbaló de mis manos y me puse a llorar, incapaz de mirar sus trozos y mucho menos de hacer algo con ellos. Me puse a llorar, emprendí un llanto. Como si fuera posible comenzar, decidir, elegir llorar, como si no fuera el llanto el que hace algo con nosotros. 

Así habían caído y se habían destrozado todas las certezas.

Era más joven y mi primer amor de verdad y correspondido (como son creo, de verdad creo, los verdaderos amores, lo otro es otra cosa) se estaba terminando. Mi primera historia de amor, que hace tiempo estaba malograda y que había tenido un más largo y extenso comienzo, dulce y nocturno, estaba teniendo un final abrupto pero deshilachado, injusto y necesario. 

Habíamos perdido mucho tiempo discutiendo el desequilibrio entre los mensajes y las ganas de vernos, debatiendo la desigualdad a ambos lados de la ecuación, habíamos llorado mucho y habíamos creído que lo mejor era dejar de vernos muchas veces. Hasta que yo suspendí los regresos y confesé "no te banco más". Éramos la peor canción de Tan biónica: reiterativa y con ritmo inconstante, pero pegadiza y radiable. 



Siempre que veo acercarse una curva brusca en mi vida, pero no llega, me acuerdo de esos tiempos. Cuando no encuentro la llave para esta puerta, me pongo ansiosa y fastidiosa, me siento como si estuviera preparando el equipaje hace demasiado tiempo. Entiendo que soltar cosas es tener las manos libres para abrazar otras y como no sé manejar, dejo que la corriente me ayude a doblar. 

Me acuerdo de esos tiempos y de la convicción de que la caída por el abismo significaba la muerte, o el fin de los deseos, que es lo mismo. Ya no siento eso. Cuando dejo de amar, estoy convencida de que sigo amando, y esa convicción me alivia y sana la transición. 

De hecho, mi zona autoboicot siente que le hago un favor al otro al pedirle que continúe sin mí. Al revés, al principio, cuando me estoy enganchando y de repente me involucro con sus problemas y me encariño, siento que mi amor no es hacerle bien. 

Cuando, como ahora, me equivoco de nuevas maneras deliciosas y voy afianzándome en mis mejores talentos, usando mis dones para desaprender, el vértigo no me ahoga sino que me permite disfrutar el viento en la cara. Me desplazo entre fragmentos de platos rotos, me enamoro sin preocuparme por los daños colaterales, planeo viajes, canto desafinado. Sé que en el abismo el paracaídas se va a abrir, no sin antes dejarme disfrutar la altura y respirar el aire fuerte. 


miércoles

11 de septiembre

En una fecha polisémica, somos muchos los que pensamos que no debería ser hoy el día del maestro. Somos cada vez más los que miramos las imágenes de Sarmiento con más preguntas que alabanzas. 
Somos los que sentimos propio el golpe militar en Chile en 1973 porque aunque no hayamos nacido, ya vivíamos, y los que leemos la caída de las torres gemelas como un auto atentado, aunque los pilotos de los aviones fueran iraquíes. 
Los que también recordamos que hay una plaza en la ciudad que se llama once de septiembre, destino y partida de tantas esperanzas y dolores. Los que puteamos "al Sarmiento", el Sarmiento de cada día, inevitable, decadente y aparentemente irrecuperable como la escuela liberal que nos dejó. 
La misma escuela que, como el tren, es puerta de entrada, puente y pista de lanzamiento para la mayoría de nuestros sueños. Y que es, para muchos de nosotros también, plato de comida, manual de instrucciones, campo de batalla, cancha de juego. 

En una fecha polisémica, sentimos agridulce que nos puteen a diario y alaben hoy a un maestro inmaculado, incansable, paciente y neutro que no existe, o que no queremos que exista. 
Los mismos que destrozan la calidad educativa, desechan las recomendaciones de las señoritas, depositan a sus niños en la escuela la mayor cantidad de horas posibles y no se acercan si no es para reclamar cual empresa de telefonía, bardean con mil improperios al profe que trata de equilibrar crisis adolescente con herramientas alternativas, niegan el derecho a cada marcha, cada manifestación, cada paro que intenta -aunque erráticamente- transformar lo urgente; esos mismos hoy agradecen a un maestro idealizado en estados de Facebook, informes de noticiero y en algún que otro acto. Piensan, seguro, que el asueto está demás "que celebren enseñando, ¿no es lo que eligieron?" Y muchos, muchos de ellos, algo de razón tienen: todos los días vemos compañeros luchando y mucho, amando y tanto, trabajando y muy bien. Y también vemos antieducadores antieducando. 

En una fecha polisémica, no le deseo feliz día a nadie y declino también la parte de maestro. Pienso en cambio en mis antimaestros y digo -me digo- que con poca experiencia docente (¿qué será eso?) pero con mucha observación estudiante, aprendí a deconstruir mientras me construyo un poco. Ya sé que no, qué no nunca, qué violenta espacios, vulnera derechos y anula personas. 

Con listas de reglamentos y normas copiadas unas de otras, y todas desprendidas de la Constitución de Estados Unidos, listas de prohibiciones que proponen poco, aprendí que las conductas sancionables son cada vez más, tantas que es casi imposible no cometer alguna si uno no es una planta. Pero muchas no están dichas, y muchas más no están dichas para nosotros, los docentes, maestros del error:

No te equivoques los nombres de los alumnos. Y tampoco de tus compañeros de trabajo, sobre todo de aquellos de los que sos autoridad. Es el nombre, aprendélo y pronunciá bien el apellido. 
No los compares, para bien o para mal, con sus hermanos o primos. No los compares con el curso de al lado. No compares. 
No señales su cuerpo o su ropa marcando fallas apenas los ves. Imagináte cómo te sentís cuando te pasa. Imagináte en un adolescente en conflicto con su cuerpo. El encargado de verbalizar de manera sana los acuerdos con respecto al uniforme y la presentación sos vos, sé creativo, no ejerzas la violencia desde un lugar de poder. 
No te metas de manera ofensiva con su aspecto físico y tampoco con su higiene personal. 
No supongas: ¿usted trabaja? ¿usted tiene hijos? ¿usted recibe todas las comidas? Todas las preguntas las escuché en aulas. No entiendo a qué conclusiones llevarían las respuestas. 
No juzgues a su familia.
No te metas con su grupo de amigos: "son las malas compañías, Pablito"
No trates de ser un adolescente para trabajar con adolescentes. 
No te enojes cuando ves a alguien a quien le sale algo que nunca intentaste, seguro de que iba a fallar. Que falle. 
Lo que nunca te falló con este grupo o este año puede empezar a salir mal. Siempre, todo el tiempo, hay algo nuevo que inventar.
Si tenés un personaje, que sea sólido y coherente, que explote tu mejor perfil, aquello que te sale mejor y te hace sentir bien, que te vuelve atractivo y agradable. También desafiante, pero siempre cómodo, como la ropa que te queda bien. 
Bancáte la estructura sabiendo que existe y que reporta algo de sufrimiento, sin olvidar que es mejorable, transformable y que es un sistema humano. Reíte.
No te olvides que la risa es una expresión bella, una de las más auténticas. No la reprimas todo el tiempo entre los chicos ni en vos, aunque la causa no sean tus chistes. Cuidado, también se puede llorar. 
Aprendé a usar las redes sociales, mirá películas nuevas, escuchá mucha música, aprendé a descargarlas, a llevarlas al aula y otros espacios, y a manejar todas las herramientas tecnológicas posibles. De verdad. 
Aceptá que hay muchos no docentes que enseñan mucho, y que muchos docentes no enseñan nada, y que la verdad es probable que el adolescente sobreviva sin la ciencia que le estás transmitiendo. Desde ahí, ¿cómo despertarlo y darle algo nuevo para elaborar otras cosas? 
Cuestionáte, complicáte la vida y revisá hasta los métodos de evaluación, la corrección, la división en tema 1, tema 2, la disposición del aula. Por favor. 
Estás trabajando, no les estás haciendo un favor a los chicos. Ellos no decidieron tu sueldo ni eligen que no llegues a fin de mes. Siempre te queda la opción de ponerte un kiosco. En serio. 
Y yo no sé cómo decirte sin que te ofendas que no traslades tu frustración a los que están creciendo. Somos relojitos, cuando un engranaje anda mal, seguramente todo se verá afectado, pero no seas sádico. Si tuviste una mala noche o una mala década, no maltrates, no quebrantes, no limites así. 

Como toda lista de normas, aunque sean convencionales, es arbitraria y seguro hoy mismo caíste (caí) en varias de ellas. Como los adictos en rehabilitación: una sonrisa, y un día a la vez. 



lunes

sudestada


Si yo pudiera ver entre tus labios los momentos que te dejaron solo, si hubiera una chance de escapar de esta tiniebla monárquica y espástica en la cima de nuestros días.

Pero no. La distancia está planteada por un averno licuado, por un extremo danzante, un diccionario florido, un código de reglas infranqueables.

(Pero nadie nos asegura qué hubiera pasado en otro contexto, en otro tiempo, bajo otras lunas. Si esas reglas fueran canciones y las penalizaciones otras, y las acepciones pusieran límites a los dolores que cargamos.)

Pero no. Mis problemas cuelgan al sol y ponen a secar las páginas de un libro que me empecino en borrar. 

En la montañanovela rusa de sentimientos polarizados que emergen por cualquier adornito que encuentro en un estante, un bollito en el fondo de la cartera, el tiempo perdido en una huella, las ganas de haber sido un día la chica más bonita del aula, allí se funden mis deseos instalados en lo que no fue. 

Las tormentas de verano anuncian desbordes que otros diques retendrán hasta que alguien pronuncie el conjuro que los rescate de su estancamiento. 

El calor previo al desenlace, la humedad que sube, el trueno que desata la tempestad. El ruido que genera el encuentro, el cielo que abre caminos peligrosos. 

domingo

panta rei

"Me pidió un tiempo" me dijo. Ella le pidió un tiempo. Él me lo contaba en el límite lacrimoso entre la sorpresa y la desilusión. Yo traté de sonreír en silencio. No sé si porque sabía que ella no se había animado a dejarlo del todo -tibieza cobarde que no concuerda con mi repertorio- o porque intuía que ella volvería después de encontrarse intensamen-enfiestarse-te con alguien, con uno o varios, para luego retomar una relación segura y sana. (¿Qué será eso?)

Me pareció que las dos hipótesis eran un poco injustas para cualquier pareja, para las mujeres en general e incluso para ella. Porque bueno, una a veces inclina la balanza en favor de la amistad y a veces, en favor del género. El resto de las veces, o no le importa o sabe que es mejor callar. 

Hace tiempo que me vengo tratando de correr de la trastienda de estos conflictos y mucho más de dar consejos. Primero porque no me sigas, yo también estoy perdida, y segundo porque no me considero una persona que escuche comprensivamente, que sea confiable o que represente una escala de valores sólida y estable. Y tercero, porque sé que es mejor callar. 

Caí en la cuenta de la injusticia de pedir un tiempo. Quiero un tiempo, dame un momento, aguantame un minutito. Como si alguien pudiera depositarlo en las manos de otro, como si de un puñado de arena se tratara. Si fuera posible cada pedido y cada donación serían transplantes de vida. 

Hay una película inspirada en la idea de pedir tiempo. El tiempo es, en el extremo capitalista, moneda de cambio. Pero no es esa distopía tan cruel como la que se plantea en algunas parejas: el tiempo se parece a la libertad pero probablemente más a la cobardía. 

Las cosas importantes llevan su tiempo. Pero los estallidos perforan las cronologías, lastiman mucho, pocas veces se sostienen. También es natural que reviente el horizonte, la historia no se mueve siempre como fluyen los ríos. 

Entonces acá yo, testigo como tantas otras veces de historias que leo a distancia, miro mis relojes: el aniversario de la soledad es un lago de penas pero también un océano de sirenas. Mis aventuras y batallas reflejan mucho más de lo que soy que la mirada de alguien.