Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

viernes

agridulce


Bittersweet november

 
Es el noviembre fragmentado y vertiginoso que alterna esas emociones fuertes de confirmaciones, comunidades, abrazos y todas esas almas que tengo la oportunidad de pasar, aunque sea, de costado. Estos saltos del corazón alado, mezclados con horas interminables de traducción de un texto en latín, de despertares que llegan demasiado rápido después de noches muy cortas, un dolor en la espalda preciso y una mochila cada vez más difícil de llevar. 

Es el noviembre ruidoso de los encuentros inesperados y de-se-qui-li-bra-do-res que se dan y de los esperados, imposibles, que también se dan para darle algo que contar a un viernes de insolación.

El noviembre como un nudo de nervios a la altura del estómago, noviembre de evaluaciones del corazón y evaluaciones con notas, el noviembre del calor y la lluvia sin previo aviso, de los paseos y los museos.

Es este noviembre despeinado y ojeroso que afectará tiempos inverosímiles como marzo, este noviembre con ansias dulces de verano, siestas, fiestas y tramontana. 



Un noviembre tan improbable como el anterior, de unas carcajadas en el momento indicado y un bostezo lleno de lágrimas en el peor momento. Otro noviembre de planes, promesas y arrepentimientos por lo que dejé de hacer, por lo que no hice que sucediera. Como todos los noviembres de treinta días insuficientes de cafés, apuntes, colectivos y aulas que estallan de final. A esta altura y a este tiempo, a noviembre le falta demasiado por narrar, cantar y debatir. Lo transito ya sin censuras, esperanzas ni paciencia. Lo degusto con piedad y fragilidad, lo enfrento con lo que queda de mí en un ascensor lleno de gente, en un 132, en una capilla oscura, en mi barrio desolado, en mis varias aulas, a distintas alturas sobre el nivel del mar. Si diciembre es el silbato final, noviembre son esos cinco minutos de sufrir para mantener este 2 a 1, o hasta de jugarme por el último corner. Si diciembre es el recreo, la puerta para ir a jugar al verano, muero porque suene el timbre pero mientras, cuánto aprendimos, cómo nos reímos, qué bien que la pasamos, qué mal que nos portamos, en esta hora de clases.

1 comentario:

  1. El 30 de noviembre, era el último día que tenia para decirle a la chica mas inteligente de curso que estaba enamorado de ella.

    Los que se llevaban materias, seguían hasta el 7 de diciembre.

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