Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

lunes

La contradicción no siempre es incoherencia.



Dejé Latín III, una materia anual, a fin de octubre porque soy una tarada con un nivel de autoexigencia desmedido que no combina bien con mi falta de talento, mi incapacidad para organizar mi tiempo y mis ganas de dormir y ver capítulos de Friends.

Y lo peor, es que es muy probable que eso no sea lo peor.

Ahora dicen que es imposible, que a nadie que use zapatitos y viva en los suburbios del conurbano, entre esquinas rotas y selvas de jazmines, debería permitírsele amar el transporte público y alejarse de su zona más de diez kilómetros, mucho menos con ínfulas de salvadora del mundo.

No se entiende todavía en qué momento mi consumo literario de Borges y los premios noveles de literatura aprendió a convivir (con culpas y combates) con los Harry Potter, y aún más lejos, con canciones de la más baja lírica urbana, incluyendo reggaetones, y cumbias aún más antihigiénicas.

Mi adicción por los colores, los vestidos y los collages no comprende muy bien por qué mi habitación corre peligro de derrumbe, es descascarada, fea, desordenada y más bien insalubre, la ropa está tirada, mezclada con libros y apuntes, y hay una ventana dibujada en tiza blanca en la pared.

No les parece bien que no tenga piyama, y que adapte para tal fin cualquier jogging o remera grande en desuso, que no tenga pantuflas, que no use ropa deportiva para hacer deportes y aseguran que es altamente sospechoso que los sábados a la noche nunca use pantalones.

Mi desenfrenado consumo de cinematografía de las factorías Disney, Cris Morena y sus amigos choca polémicamente con mi talento para elegir desalmados, borders, terroristas y delincuentes polirrubros para integrar el staff de mis compañeros de besos y aventuras.

Está muy mal estudiar mucho para comprender bastante bien las causas de la pronta destrucción del mundo y mantener la sonrisa y amasar sueñitos. También está mal dormir tranquila en el tren sabiendo fehacientemente que hay mucha gente muy mala.

Mi talento para destilar ironía, crueldad y burla pierde completamente sentido cuando se junta con mi incapacidad de hacerme cargo de mis dichos malvados, mis ganas de salir corriendo cuando me persiguen las consecuencias y la ingente sensibilidad que me empapa (literalmente, hablamos de lágrimas) cuando veo bebés, perritos, documentales de historia argentina, o leo cartas viejas.

En mis aulas, pasillos y demás espacios comunes opinan que es incoherente y casi esquizofrénico insistir en ser promotora de poderes sobrenaturales y, escándalo, seguidora activa de un rocker llamado Jesús y mientras tanto, plantear y planificar errores universales y prácticamente hacer apología del delito hablando de revoluciones, transformaciones, distribuciones y demás esperanzas absurdas. Se preguntan si soy una cleptómana estratega o simplemente otra boluda.

Mis altas expectativas de vida combinan muy mal con la enorme cantidad de inconciencia con la que me desplazo por la vía pública y privada. Sugiéranme como amiga o amigo en facebook a quien encuentren más robable, atropellable y vulnerable a las plagas y epidemias mundiales que yo. Y ya no se sabe si es rebeldía o milagro el incontrovertible hecho de no ser nunca robada, nunca atropellada y casi nunca enfermada.

Es cualquiera que me apasionen en igual medida el tereré en vaso de lata, con juguito y dos hielos y el frapusúperchino de Starbucks.

Creo que todavía falta una buena versión de El día que me quieras. Y que Un argentino en Nueva York no es una película tan mala.

Hay gente que no entiende que Brillante sobre el mic siga calificando para la mejor canción de la historia, pero defienden con su vida a Arjona. Ahí la culpa ya no es mía.

No se entiende por qué canto tan fuerte si canto tan mal.

Ahora dicen que no se pueden usar dos estampados juntos. Y tampoco más de dos colores saturados a la vez. Y no se habla con desconocidos.

Nadie sabe por qué mis amigos y yo somos un crisol de razas, y por qué todo el tiempo parecemos una parodia de nosotros mismos.

La calidad y las buenas intencioens de los diarios que leo son inversamente proporcionales a mi optimismo por la mañana.

Mi especialización en perder el tiempo jugando al buscaminas o recortando pedacitos de revistas no explica mi inquietud por la paz mundial.

Me avisaron que mis superpoderes perdieron potencia, estabilidad y puntería, y que era urgente, que por favor me dejara de juntar con villanos, que no sea así, que no queda bien. Qué me importa.


1 comentario:

  1. Excelente, lo más paradójico es que si me gustó tanto es porque me siento identificada con el 85% de las cosas.
    me emociona al mismo nivel el terere y el frapuchino,
    me encanta tu buen gusto y tus estampados qe no combinan para la sociedad :)
    te qiero linda, ahora qe se viene el caloricto, despues de los finales veni a la pile!!

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