Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

martes

Mal acompañada así bien piola.-


cien aÑos de 
soledad
(Populismo mágico)


Yo tampoco me conformo con lo que tuve y lo que fui y con la ayuda de algunos abecedarios y unos trucos de magia desprovistos de toda técnica, logré ser una perdedora empedernida que escribe sus historias para vivir más de mil vidas. 

Yo también busqué en laberintos imposibles y en árboles genealógicos con casualidades insoportables, amontonados de repeticiones de nombres y de dones, que dibujan espacios laberínticos y decadentes que van sufriendo el paso del tiempo y del dolor sólo para volverse más hermosos.

Mi vida, como tantas otras vidas, está demasiado bordada de memoria, salpicada de horror, destruida a baldazos de noticiosos y es la misma la que, como muchas otras, fue también adornada retóricamente con regalos inmerecidos, con amores irritantes, con pecados y golosinas, con amigos peregrinos y besos literarios. Y de los otros.

Este balance cósmico que intenta equilibrar en un debe y un haber lo bueno y lo malo como para soltar la lapicera en unos pasos de baile principiantes es probablemente otra épica idiotez de esas a las que ya tengo acostumbrado a cualquiera que, despistado, caiga por un momento en la trampa de mis letras patológicas.

Pero de vez en cuando, no lo puedo evitar, recurro a un don confuso desprovisto de maldad para salvarme de la repetición sintáctica, casi mántrica de los días en su mecanismo férreo, en su tren irrefutable. Salvación, sí. Como quien –lo sé bien- abraza un salvavidas en medio del mar para respirar unos segundos más sin dejar de rezar (yo rezo) y haciéndose (haciéndome) cargo de los que se hunden en el tedio pegajoso y húmedo de febrero, los asaltos, Gran Hermano. Pero me salvo para ser yo, una que quiere ser única como-todos-los-demás, y en un acto selfish y de alguna manera por eso mismo generoso, en un momento de increíble soledad perpetua pero en sintonía con todo y todos, así durante este rato improductivo en el que me siento a leerme y a escribir.

Este no es el caso. No necesito letras para salvarme de la vida a medias, hoy. Es verdad que no se puede vivir y escribir a la vez. No te imagino tallando en versos el momento bélico del encuentro de fiebre y amor de anoche. Te escribo después. O antes, escribimos en ausencia. Y así, hacemos el arte humilde y rimbombante de la pregunta y de la nada y del adiós y del nunca. Así que los días dulces del verano me dieron la oportunidad de no necesitarte, lengua, esta vez, para trascender.

No, te usé sólo para los usos nobles y utilitarios de decir guarangadas y crear recuerdos con mis amigas, para pedir algún vaso que contuviera alcohol, para cantar canciones bailables en medio de la masa sudada, para leer algunas revistas de palabras fáciles, para quejarme, para besar, ser besada y después callarme porque sí.

Y ahora que las tardes alargadas y las noches demasiado cortas de fiesta y desorden van saliendo de la semana y corriéndose a su lugar correcto de excepción, de recreo, de margen de la hoja, vuelvo a los mails urgentes, a estas escrituras marginales y rezongonas, a pelear con mi sombra y a luchar por el mundo desde mi trinchera de pobrecita escritora estudiante ingenua insólita intensa con no más argumentos que una sonrisa (esta sonrisa) y el pelo revuelto por el viento de febrero.

Volver a casa es un buen momento para sentarme en la puerta y con un mate indiferente diseñar un delirio nacional y popular, plantear una agenda soñadora de cambios y año electoral. Entender que estás pegoteado en mi vida-collage y decir bajito que todas las nenas que se sienten especiales y solitarias un día tienen que aceptar que todas las historias se terminan y la que cuenta el realismo y la magia, la que hace que todo sea verdad en Latinoamérica, probablemente la mejor o la fundamental de las novelas de pueblos y amores, la primera o la más perfecta (por no acabada), la gran historia épica que narra y celebra los cien años de la soledad, esa también se termina. Entonces una nena como yo asiente: mal acompañada así bien piola.

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