Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

viernes

Y esto es sólo el trailer.



Un buen día

Hay un momento para todo y cada cosa tiene su tiempo bajo el sol.
(Qohelet 3, 3, ponéle)

Una bonita variedad de obsesiones que se te pegan cuando pasás los veinte. Al principio pensé que era como tener un estilo, después me fui dando cuenta que era capricho. Flor, nombre generacional, 21 años, ligero sobrepeso, subvaluada. Cuando te empiezan a importar los olores de las cremas corporales y te das cuenta que la tele estiliza demasiado las escenas de sexo... cuando pasás más tiempo en el probador que usando esa pollera que sí, te queda demasiado ajustada y no deberías haber comprado (¿Esperabas que en la próxima vuelta te quede bien? ¿Te alejás y de repente calza justo?)... Bueno Flor, ahí te das cuenta que manejás un léxico de mayor cantidad de palabras que las realidades que vivís y sí, decididamente hay que llamar por su nombre al problemita del té de sabores: es una patología. También el tema del uso de tacos altos, o de los colores marrones etc. Y ni hablar, cuando empezás a elegir las ediciones de los libros que comprás con exquisitez, cuando no sabés si esta anécdota contársela a tus amigas para desdramatizarla y reírnos juntas o mejor chapotear en el lodo de la vergüenza anónima. Bueno, justo en ese momento se da una conversación como esta:
-Té, ¿de qué tenés?
-Tengo, en sobrecitos, de sabores.
-De frutos rojos, ¿tenés?
-Sí, tengo varios.
-Y frutos del bosque, sí, ¿no?
-Sí, sí, creo que sí.
-Pero viene en la teterita, o sea me tomo dos tazas, ¿no?
-Ehm sí, te alcanza el agua.
-Ah, ok. 

Agregué algo con carbohidratos y una cantidad de azúcar suficiente para generarme un coma y sonreí a la chica. “Si era nene me tenía menos paciencia o pensaba que trataba de levantármelo.” Pará, ¿eso lo dije en voz alta? Entonces no hay nada más que decir, empezamos a hablar todas juntas y superpuestas sobre fracasos y ansiedades variopintos. No por cliché, una es un ser que siempre está a punto de, un ente que busca. Que busca otro ente, por ejemplo. Dibujos de mosquitas en el aire. Zumbamos, jodemos en el camino. Perdemos el control remoto, enderezamos las esquinas, empujamos los decorados de mampostería. Y después. Volvemos a ser gente responsable, es-lo-que-hay y respondemos por nuestros actos pero no siempre podemos explicarlos. Vamos bien, nos va mal. Nos lo merecemos por ser seres despreciables. O no, en realidad no, ¿hace cuánto no ganás una? Inventamos novios cada fin de semana y los extrañamos el lunes aunque no les hayamos hablado ni tenido ningún tipo de vínculo humano perceptible más que por telepatía. Ponéle un empujón meneando desastrosamente un tema de los noventa. Pero estamos huyendo al baño antes del compromiso que trae consigo un cuarteto. Ponéle.

Me distraigo un momento y pienso que por ahí leí demasiado, que estos monólogos interiores son cada vez más frustrantes porque representan un asco impresionante después de García Márquez, un conjunto de mocos frente a tanto de lo mucho y bueno que mis ojos recorrieron. De letras, hablamos. En fracción de segundos paso revista a unos diez títulos que todavía no leí y que no puede ser, qué vergüenza, Moby Dick, la Divina Comedia, la Chanson de Roland. Me dan ganas de levantarme y meterme en la Biblioteca de Morón, pedir la llave y salir hecha un alga verdeazulada, pero con los clásicos leídos. No estaría mal. ¿Hay otra opción?

Mi zona más realista, la más goma digamos, se pone color esperanza y dice “Ok, es un buen día. Salgo, voy a una librería, me compro Madame Bovary, lo leo y preparo el final de Literatura Meridional. Respondo mails, me pongo las pilas. No sé, voy a la peluquería, me corto el flequillo. Pausa. “¿Me pongo las pilas?” Mmm... ¿viste muchos programas de cocina últimamente? Te estuviste cruzando con treintañeras lectoras de libros de autoayuda, ¿eh, Flor? ¿La aceptación de quién te hace falta? Te dan ganas, a todos nos da ganas que te digan “vas bien” Pero debiendo finales y pensando en recibirme después del fin del mundo anunciado por los mayas... se complica. La zona goma acaba de sufrir un deceso. Deseso.

Vuelvo a la conversación grupal, los estudios dejan de ser el eje vital del diálogo, estamos bardeando a gente mucho más afortunada y bella que nosotras, claramente se merecen nuestros peores deseos y de repente discutimos sueños de grandeza y esperanzas de un mundo mejor, interrumpidas por planes a corto y mediano plazo como la sálida del sábado o las próximas vacaciones, algunos problemas, la inflación, el desempleo, la dificultad de ahorrar. Muchachas comprometidas.

Me refriego los ojos, me doy cuenta que tengo sueño, que anoche me quedé escribiendo hasta muy tarde. ¿Catarsis? ¿Arte? ¿Comunicación? ¿Mmm? No queda claro para qué estás escribiendo Flor. No está quedando claro para quién. A ver fijáte. A ver. Vuelvo a mi porción de carbohidratos y azúcar. Ayer me probé cuatro pantalones que no me quedaban bonitos. Carbohidratos. Pantalones. Un mal momento.

Todo bien igual. El aire está pegajoso, es febrero y tengo una lista de pendientes que bien podría estar escrita en un papel higiénico (sin usar) completo. Me daña las retinas repasarla. Es un buen día para comenzar. Un gran día. Tengo sueño porque anoche me quedé escribiendo, me duele la panza por comer riéndome con las personas de mejor calidad del distrito, mis amigas, llega el fin de semana, el lunes vuelvo a trabajar. Mis números están en rojo, nada me queda bien, no sé cocinar. Tengo algunos problemitas de ansiedad cuando abro el MSN y pienso “Menos mal que todavía me da bola con énfasis sutil y no me convertí en una enferma obsesiva.” Espero haberlo dicho en voz baja. A shitty day.

En el colectivo de vuelta me sacudo el miedo, mi país no se está prendiendo fuego, hay cierta cantidad de batallas ganadas de antemano este año, podemos elegir, voto por la vida, me cabe el arrabal y el amor también, leo los diarios, creo en la gente, vuelvo en el 132 con chicos que repasan y hablan de parciales, en estos días voy a ver una película que me va a cambiar la vida, trabajo para Dios, este viento a esta temperatura está buenísimo, mirá qué cinematográfico cómo me levanta el pelo cuando bajo del colectivo. Existe el Fernet con coca y la Esperanza tiene nombre de mujer de veintún años.



Hay un momento para casi todo y cada cosa tiene su tiempo bajo el sol, bajo la lluvia y la puta madre está nublado-gris-oscuro ojalá se largue una buena tormenta.

(Ya sé, mi nuevo género costumbrista es una garcha. Chicos repito que esto es ficción, y prometo que voy a volver a la poesía.)

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