Y sí, y todas las noches tengo que esquivarlas. Todos corren en el instituto, las estrellas se vienen encima y yo soy la culpable. Subo al tren, se lanzan como flechas. Camino y me persiguen. Atraviesan cualquier techo, y dando vueltas en la cama intento que no quemen la punta de mi pelo, el borde del camisón, las palabras que me quedan del día que va terminando, aunque intente evitarlo. Pueden provocar la catástrofe de hacer arder la ciudad entera, si me descuido y alguna enciende mi corazón
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