Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

sábado

una patria ómnibus.


Peregrinar es tan viejo como el hombre, un fenómeno humano permanente. 
Caminar es, en todos los tiempos, un recurso humano para expresar y dar respuesta a una inquietud, a una búsqueda.
Es caminar tras de eso otro cuya ausencia inquieta, atrae y se busca.
Es hacerlo por algo trascendente, algo distinto al hombre pero que el hombre necesita.
El hombre lo busca de un modo humano, allí donde "eso" se ha manifestado y hecho presente.
Esa manera que implica estar, acercarse y tener el contacto más cercano posible.
El caminar hacia una meta es imagen de algo más profundo: la vida es movimiento, y si tiene un sentido, ese sentido es el camino, un caminar-hacia.
Porque "ser" es más "no-soy-todavía" que experiencia realizada. La peregrinación es utopía.
Peregrinar es encontrarse. Los peregrinos caminan rezando con sus cuerpos, los pies dolidos, con su corazón fijo en el llegar.
Es la oración del pobre que lleva su corazón, lo que tiene y lo que es. Peregrinar tiene el ritmo del corazón.
Se peregrina hacia adelante y hacia adentro. 
Y hacia afuera: no se camina mirando al suelo, se camina mirando lo que pasa, mirando la realidad.
Se camina con las cosas que están pasando, el camino es un diálogo con la vida, con mi vida y con las otras vidas y con la Vida con mayúsculas. 
Por eso en el camino entran las preocupaciones y los problemas, y el dolor físico y el cansancio. 
Esas realidades de impotencia, de cansancio, de fracaso, de sufrimiento que el pueblo conoce y entiende. 
Y también las realidades de la alegría, de la lucha, de la entrega. La peregrinación es la síntesis de la resistencia. 
En el camino nadie empuja, Alguien atrae. 
Los primeros cristianos dibujaban la esperanza como un ancla. La esperanza la clavamos más allá y nuestro corazón-canoa tira a la esperanza.
No vemos la otra orilla, no la pisamos pero tenemos nuestro corazón anclado en la esperanza.
El corazón anclado en lo que está más allá, en la luz lejana de la punta de la Basílica, el corazón más allá sin negar lo que está más acá.
La peregrinación a Luján es, una y otra vez, signo de una identidad profunda
La identidad profunda que con la etiqueta de piedad popular permite la entrada a quienes los dueños de las llaves dejaron afuera. Los excluidos, los perdidos, los alejados y los confundidos. Y también los otros y también todos.
Caminamos porque no nos sale otra cosa. Caminar hacia la frontera para correr los límites de lo posible, para extender la esperanza, para encender la vida.
Con todo cuanto de pobreza hay, no son los peregrinos una sumatoria de individuos sino un pueblo que sabe a dónde camina y camina en comunidad.


collagepropioyajeno.

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