Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

sábado

cuando

Cuando era chiquita juntaba las letras de los carteles en silencio y practicaba los sonidos. Cuando me sentí segura, hace unos 20 años, leí en voz alta la carta de un restaurant medio pelo al que mis papás le decían "el truchito". Así empecé a leer. Y no me detuve. 
Mis maestras de jardín me hacían aprender el versito más largo para los actos patrios, porque ya sabía leer. Pero en los ensayos me aprendía las líneas de todos mis compañeritos y el día del evento, gordita y llena de rulos, recitaba el acto completo cuando los chicos se ponían a llorar de los nervios. 
Hice patín, danza, natación, gimnasia, manualidades, guitarra, plástica, teatro. Todo por poco tiempo, con mucho entusiasmo y nada de constancia. 

Siempre que estaba en Su supermercado, gritaba en la caja "Me gusta más Carrefour" y también gritaba con absoluta impunidad en casi cualquier otra parte. 
Me portaba muy mal con "las chicas que me cuidaban" (nunca les dijimos niñeras) y con mi pobre hermana mayor, y muy bien en el jardín. 
Era muy blanquita e imprudente, y muchas noches las pasé llorando por quemaduras de sol que me habían gratinado intensamente.
Una vez me perdí en la playa, caminé como hacia otra localidad, supongamos de Gesell a Pinamar y ALTO QUILOMBO familiar. 

Desintonizaba la radio con la mirada, y de más grande quemé algunos monitores y corté la luz del colegio. Sin querer. 
Mucho no me gustaban las muñecas, pero sí ver Discovery Kids, cuando tuvimos cable, y jugar a un juego de palabras en la compu con DOS y disquettes. 
Me aburría mucho. Nunca aprendí a andar en bici. Posta. 

Cantaba "dale pelado se vino la pachanga" con muchísima alegría, y lo sigo haciendo ahora que esta generación retro la puso de moda. Otra vez. 
Escuchaba el cassette de Jugáte conmigo en un walkman cuando viajábamos lejos, bailaba locamente al ritmo de Reina en colores y fui muchas veces a ver Chiquititas al teatro. Dos de esas me subí al escenario porque era mi cumpleaños.

Cuando viajábamos lejos, mis papás nos despertaban muy temprano, preparaban el asiento de atrás del auto con frazadas y almohadas y salíamos a la ruta antes de que amaneciera.
Recorrimos el sur con una casita rodante y resbalando en el ripio de caminos angostísimos y   demasiado empinados, se me detenía el corazón ante la belleza de cada lago. 
Amaba irme a bañar en los campings y tener que abrigarme mucho cuando salía. Todavía me gusta bañarme a la tardecita y esa sensación de frío en verano, saquito y short.
Decía "me voy a hacer amigos" y me iba a las hamacas a charlar con los nenes y siempre, siempre me hacía amigos. Hola, ¿cómo te llamás?
Le tenía miedo a todos los payasos menos a uno que se llamaba Piolín y que conocimos en un camping. Me hizo reír tanto sin darme cuenta que salí corriendo al grito de "ME HAGO PIIIISSSS".

Cuando era muy pero muy chiquita iba alguna vez a la oficina de mi mamá y para ese evento especial me ponía un vestido cuadrillé verde y negro. 
Iba a los actos peronistas con mi papá y tengo una foto enorme con Rousselot. Con ese vestido, creo. A través de muchos años de asco alguna versión del peronismo tuvo que trabajar mucho para hacerme dudar y llenarme de problemas y esperanzas otra vez.


Cuando era chiquita no le tenía miedo al mar, no le tenía miedo al sol, no tenía miedo a resultar invasiva e insoportable al hablar con alguien por primera vez, no sabía que era importante ser hermosa, no me gustaba dormir sola y me costaba mucho dormir siempre, creía que sabía todo, creía que había tiempo para todo, cualquier libro infantil me parecía corto y los elegía por su grosor, tenía un libro de esos que cuando te ponés bizca aparece la imagen 3D y me salía re bien verla. Ahora no. 

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