Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

sábado

vestidos

no es hermosa pero donde va 
pasan cosas

Ordenando mi ropa, cuento más de treinta vestidos y concluyo prematuramente en que la mayor parte de mis problemas surgen de la posibilidad de tener demasiadas opciones. 
El cine y la literatura (sin contar la religión y la filosofía) me dieron más mundos posibles demás de profundizar el vigente en mi línea temporal y eso no hizo más que complicarme la vida.
Amar las tramas me hizo una excelente estudiante, una brillante lectora, una admiradora secreta de todas las historias de amor, y la protagonista de ninguna. 

Si hasta mis propios amores los miré de costado, los esperé con temor, los lloré con patetismo, huí de ellos con cobardía y los terminé sin ternura. En ellos, con ellos no faltó el amor, y no falta la memoria, pero en cambio estuvo ausente la pasión, la valentía y la claridad con las que me zambullo en el resto de los mundos. 

Mi primer beso no fue romántico y no recuerdo bien el nombre del portador. Todos mis chicos sabían o saben tocar la guitarra y con ninguno de ellos pude cantar.
Leí Rayuela sin soportar la improbable levedad de la Maga y en cambio me identifico con la resolución, la consistencia y la cotidianeidad concreta, poco mágica poco efímera poco vulnerable y tan viva de Talita. 

No me banqué a Arwen la inmortal ni a la Rosa malcriada del Principito. Me gustan más los recitales que las tertulias. Prefiero los libros a los discos y los discos a los autos. Fui aceptando mis caprichos y olvidando mis excentricidades para ser menos misteriosa y más obvia, probablemente más fría y más simple, pero también más accesible, más dulce y menos maquillaje. 

Mi papá quería ser guerrillero o cura y mi mamá lo fue a buscar. Tratar de competir en historia de amor literaria de la familia a esta altura es arrancar con el pie derecho en el terreno del fracaso. Pero no es ese el proyecto eje de esta vida. A esta altura ser la Julieta de Romeo o alguna princesa de Disney me resulta tan poco apetecible como salir con Bécquer.

Yo amo las historias, las experiencias y las vidas con tanta pasión como debería haber amado o amar prontoqueseacabaeltiempo a alguna persona individualizada. Con 23 años y un puñado ya amé intensamente a varias comunidades, a muchos personajes ficticios, a toda mi generación democrática y desprejuiciada, a algunos seres durante algunas conversaciones, a todo el planeta a la luz de algunas oraciones, a una laguna en un atardecer, al reflejo de un chico en un muy corto viaje en el 132. Probablemente no sea lo mismo, probablemente sea otra cosa, el amor ese del que me hablan las novelas de la tarde. Probablemente todo este ensayo, todo este entrenamiento sea un todavía no. 

No me caracterizan la paciencia ni la sutileza, pero sí la ansiedad de la niña el 24 de diciembre a las 23.45, a punto de abrir el regalo que trajo Papá Noel. Torpe, huidiza, sombría, mezquina, pobre pero libre, pero libre y hermosa.




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