Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

lunes

Domingo en Wonderland.-


Te vas a ir, vas a salir
pero te quedas,
¿dónde más vas a ir?

Todo lo que vivía lo había leído previamente, lo había escuchado en alguna buena canción. Por lo tanto, había programado todos mis futuros posibles, con un cierto margen de delicioso error. Así se reducían mis opciones: podía seguir fielmente el guión, y atenerme a consecuencias en general opuestas a las literarias. O podía hacer lo opuesto, y descubrir mundos nuevos.

Todas mis aventuras empezaban con una tarde de sol y un buen libro. Siempre seguía al conejo blanco que puntualmente temía llegar tarde, siempre me metía en los túneles más equivocados y más oscuros y más peligrosos, siempre una caída libre de horas para aterrizar sutilmente en ninguna parte. Después una puerta vedada, una llave imposible, una poción venenosa, un jardín prohibido al que nunca volvía a llegar.


y es que aquí
el trabalenguas
traba lenguas.

Y un día se rompieron todos los espejos y los esquemas de mi pobre corazón y ningún tablero de ajedrez quedó en pie, de todos los que pateamos de tanto perder. Me volví adicta al jaque mate y eso que yo conocía previamente todas tus jugadas. Y eso que sabía que siempre me ponías al límite y deponiendo todas mis armas, armaduras, murallas y ciudades fortificadas, te dejaba ganar.

Un día fui la reina de corazones y no te pude condenar a muerte. Todos los días traían nuevas melodías y malas noticias acerca de cómo mi reino se convertía en una ruina llena de canciones, sonrisas, risas y rosas rojas sin ayuda de pintura. Y entonces la historia de siempre se convirtió en una montaña rusa de flores parlantes que atacan mi conciencia por todo eso que todavía no hice pero si se da la oportunidad, no voy a poder dejar de hacer. Y lo haría aunque pudiera no hacerlo. Yo nunca falté a las fiestas de té y tequila para celebrar eso que no va a pasar.

Así que en el baño de un bar, o en la reversión censurada de la orilla del mar, le pedí pistas a un gato mientras desaparecía, y busqué olvidarme de todas las maravillas que antes de ayer parecían seguras, y del vestido y del amor, para imaginar sueños nuevos que brillen de los dos lados del espejo, destruyendo reglas a patadas y desenamorándome perdidamente en 3D del sombrerero loco y sus extraños cambios de humor.




Se acabó.
Se acabó ese.
Se acabó ese juego.
Se acabó ese juego que te hacía feliz.

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