Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

viernes

Patologías de temporada



¿Quién me ha robado el mes de abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?

Síntomas:
No, no es eso. No es un síntoma tan patológico esto de hacerte la desdichada para llamar la atención, y ni siquiera con objetivos artísticos, para tener algo sobre lo que escribir. A los artistas como una le interesan las carencias, las ausencias, las desilusiones, las esperasPero en cada letra buscan la felicidad y la alegría esa que zumba y se vuelve rasgueo de guitarra, tardes de abrazos, aurora austral, noches de fiebre.

No es tampoco la convicción de que se tiene lo que se merece, me hago cargo de no tener lo que no soñé con suficiente ingenuidad, con la dosis necesaria de locura, entrega e inconciencia (todo lo que, en las noches de subasta, viene a ser la misma amorfa cosa).

Pero la responsabilidad asumida sobre mi presente no me inmuniza contra las preguntas fatalistas, no me anestesia frente a la sensación de expectativas bombardeadas, no me saca de la boca el sabor a poco, el dolor del casi, la industria de quéhubierapasadosi…, el porquéamí, las palabras no dichas, los arrepentimientos tibios.

¿Quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.



Diagnóstico:
Claro, las tardes frías convierten las vueltas a casa sola, los apuntes y la abstinencia de chocolate en un escándalo, una angustia mundial, un silencio atroz que rasga el viaje de tren en mil retazos de recuerdos inexistentes, reconstruidos con criterios mentirosos, tráilers de películas que no vi.

Es por eso que lo de siempre se vuelve intolerable, herida pendiente y deuda abierta. Es por eso que la valentía, la generosidad y el entusiasmo se disfrazan de palabras sombrías y van al freezer del todavía no. La creatividad se pone a prueba en aulas y bares y vagones.

El aguante estos días, es exprimir el corazón para que dé mucho mucho más de lo que tiene, de lo que haría en condiciones ideales. El corazón, relojito ilógico, desborda el límite, late en el caos, se reinventa y sale caminando con sorpresa, absurdamente.

Entre nomeolvides me dejé nuestros abriles olvidados en el fondo del placard, eran tiempos dorados, un pasado mejor.



Tratamiento:
La tercera etapa del desequilibrio recurre al pasado épico, a reciclar libretos recauchutados empujándolos dentro del túnel de un hoy otoñal y deshilachado. En la tercera etapa el remedio oscila entre la memoria emotiva, el agradecimiento frívolo, la racionalización de la crisis, el armado de maquetas de mejores momentos para mañana. Se recomiendan, con todas sus contraindicaciones, anestesias varias en sustancias, personas y lugares legales pero peligrosos.

La cura definitiva es dolorosa, y fue centro del debate del último Congreso Iberoamericano de Patologías de Temporada. Pero la corriente más prestigiosa coincide en aceptar el fondo del pozo como el lugar de la sanación. Pozo, horno, nostapóelagua, canciones tristes para sentirte mejor, cagadas enormes en madrugadas oscuras, irresponsabilidades irrecuperables, confesiones terribles sin censura y a media voz en teléfonos y bares por la madrugada.  

Desastres naturales, caos en la habitación, destrucción de diarios íntimos, bombas atómicas en el barrio. Conciencia del pozo, y después, arrastrarse hacia la luz.

Y aunque casi me equivoco y te digo poco a poco no me mientas, no me digas la verdad, no te quedes callado, no levantes la voz, ni me pidas perdón.




Recuperación:
Finalmente, el paciente, o sea yo, la paciente, más que paciente, vuelvo al sol. Desde lejos no se ve, desde afuera no se nota pero se presiente el fin de la tormenta. No me acuerdo, no sé cómo era que se llega a remar con viento a favor y la garganta despejada. Pero llega un día en el que todo está bien, las promesas rotas vuelven a su lugar de promesas incumplidas pero vitales.

Ese día las mochilas no pesan, las mañanas no son de sueño, las tardes no cargan con la añoralgia, el extrañor, el tiempo perdido. Hay un día de diálogos armoniosos, de tratados de paz, de sueños rosados. La noche de ese día no tiene vueltas en la cama, el corazón no se pasa de moda, no hay reproches ni reclamos ni culpas.

Es sólo un día, dura sólo un día. Pero va a llegar.

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