Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

miércoles

Confirmación

5:05. Me quedaba, todavía una hora para dormir. En esos tiempos de madrugadas trabajadoras no era despreciable ningún minuto de la noche. En esos tiempos no dormía nunca más de cinco horas seguidas. Excepto los domingos suicidas de resaca, y no todos.

5:05, miré en el celular. Me había acostado con el reloj puesto porque la normalidad se alejaba de mí a vuelo rasante, pero la pantalla cuadrada era la única luz en el lugar, y me indicó el momento. Parpadeé, y supe enseguida que me había despertado con un beso. Como en el revivir de la bella durmiente; necrofilia y violación. ¿Cómo me vas a besar dormida? ¿Cómo me vas a despertar así?

Un beso en la frente. De repente me habías dado un beso en la frente. No hubiera querido despertarme. Creo que no venían más besos. Pero me hubiera  gustado preguntarte por qué ese.

Compartíamos un espacio desconocido pero con características que para mí eran habituales. Algún rejunte multitudinario de gente en el que se hacen filas para vivir momentos cotidianos, como comer o bañarse. Un espacio desconocido pero posible, frecuente en mi vida pero no cotidiano. Actividades que difícilmente compartiríamos. 

Pero hacíamos lo de siempre, hablábamos caminando. Caminábamos hablando. Transcurría, en tiempo onírico, un día cualquiera. 

Hasta que me diste un beso en la frente y me despertaste así. No lento y solemne, como la bendición de los padres a sus hijos. Tampoco el beso tierno y cuidante que calcula la fiebre a puro amor. Un beso travieso y púber, en un costado de la frente, como quien deposita dulzura espontánea. 

Hace mucho tiempo quería a alguien. Con él nos marcábamos así cuando creíamos que las despedidas eran definitivas. Nos dibujábamos cruces con los dedos y un beso en la frente, porque era contraproducente que fuera en la boca pero era necesario besarse igual. El tiempo nos recordó que no era para siempre el amor pero tampoco lo era el adiós. Lo único que permanece es la bendición. Y la desilusión, la desilusión también.

5:05 Me desperté. En el sueño, me habías dado un beso en la frente. Hasta tu estatura era onírica, porque te agachaste un poco para llegar a mi frente, un poco a mi derecha, bien cerca del crecimiento del pelo. Durante el día reconstruí el momento e inventé que con tu mano izquierda sostenías el movimiento levantando mi nuca. Me parece que no fue así. Pero puede empezar a serlo. 

No era la primera vez que me dormía escuchándote pero era la primera vez que soñaba con vos. Creo que salí de ahí porque no podía manejar ese roce inesperado y la carga simbólica del gesto generaba demasiadas preguntas como para que la razón no quisiera participar. Pero aunque el acercamiento, suave y profundo, me llenara de dudas, también fue una confirmación.

Como el sacramento, la confirmación es una unción en la frente. Un sello indeleble que nos confirma en una opción. Y una firma que nos hace cargo de algo. A las 5:05 entendí que lo que necesitaba de vos, buscaba y construía en mí, era esa confirmación. El fin de mis incertidumbres, una respuesta a mis ecos, un sello en lo que intuyo. 

Me confirmaste en vos, quedándote en mí, dejándome ser yo. No importaba qué pasara en este plano, si nuestros cuerpos se encontrarían alguna vez, si esas proyecciones encontraban un espacio en nuestras vidas llenas de destiempos. De las horas en las que iba a dormir y me mantuviste despierta, de los lugares a los que fui para encontrarte, de nuestras vidas transformadas, de todo el tiempo perdido perdidos. 

Una confirmación que me llena de preguntas nuevas. Algo de mí siempre va a ser tuyo, algunas ideas de trasnoche y unos párrafos amargos. Y un sueño. Algo de vos que me queda y te robé, un simulacro de tu otro, el reflejo de tu reflejo, una chispa de vos, tu imagen inclinándose para darme un beso en la frente a las 5:05. 







2 comentarios:

  1. Acá una admiradora que no siempre comenta, pero que siempre te lee. No me alcanzan tus post para llenarme de tus palabras, siempre me dejan con ganas de más... ¡Saludos! Euge.

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