Love is her best dress.

She never find a night good enough to wear it.

miércoles

11 de septiembre

En una fecha polisémica, somos muchos los que pensamos que no debería ser hoy el día del maestro. Somos cada vez más los que miramos las imágenes de Sarmiento con más preguntas que alabanzas. 
Somos los que sentimos propio el golpe militar en Chile en 1973 porque aunque no hayamos nacido, ya vivíamos, y los que leemos la caída de las torres gemelas como un auto atentado, aunque los pilotos de los aviones fueran iraquíes. 
Los que también recordamos que hay una plaza en la ciudad que se llama once de septiembre, destino y partida de tantas esperanzas y dolores. Los que puteamos "al Sarmiento", el Sarmiento de cada día, inevitable, decadente y aparentemente irrecuperable como la escuela liberal que nos dejó. 
La misma escuela que, como el tren, es puerta de entrada, puente y pista de lanzamiento para la mayoría de nuestros sueños. Y que es, para muchos de nosotros también, plato de comida, manual de instrucciones, campo de batalla, cancha de juego. 

En una fecha polisémica, sentimos agridulce que nos puteen a diario y alaben hoy a un maestro inmaculado, incansable, paciente y neutro que no existe, o que no queremos que exista. 
Los mismos que destrozan la calidad educativa, desechan las recomendaciones de las señoritas, depositan a sus niños en la escuela la mayor cantidad de horas posibles y no se acercan si no es para reclamar cual empresa de telefonía, bardean con mil improperios al profe que trata de equilibrar crisis adolescente con herramientas alternativas, niegan el derecho a cada marcha, cada manifestación, cada paro que intenta -aunque erráticamente- transformar lo urgente; esos mismos hoy agradecen a un maestro idealizado en estados de Facebook, informes de noticiero y en algún que otro acto. Piensan, seguro, que el asueto está demás "que celebren enseñando, ¿no es lo que eligieron?" Y muchos, muchos de ellos, algo de razón tienen: todos los días vemos compañeros luchando y mucho, amando y tanto, trabajando y muy bien. Y también vemos antieducadores antieducando. 

En una fecha polisémica, no le deseo feliz día a nadie y declino también la parte de maestro. Pienso en cambio en mis antimaestros y digo -me digo- que con poca experiencia docente (¿qué será eso?) pero con mucha observación estudiante, aprendí a deconstruir mientras me construyo un poco. Ya sé que no, qué no nunca, qué violenta espacios, vulnera derechos y anula personas. 

Con listas de reglamentos y normas copiadas unas de otras, y todas desprendidas de la Constitución de Estados Unidos, listas de prohibiciones que proponen poco, aprendí que las conductas sancionables son cada vez más, tantas que es casi imposible no cometer alguna si uno no es una planta. Pero muchas no están dichas, y muchas más no están dichas para nosotros, los docentes, maestros del error:

No te equivoques los nombres de los alumnos. Y tampoco de tus compañeros de trabajo, sobre todo de aquellos de los que sos autoridad. Es el nombre, aprendélo y pronunciá bien el apellido. 
No los compares, para bien o para mal, con sus hermanos o primos. No los compares con el curso de al lado. No compares. 
No señales su cuerpo o su ropa marcando fallas apenas los ves. Imagináte cómo te sentís cuando te pasa. Imagináte en un adolescente en conflicto con su cuerpo. El encargado de verbalizar de manera sana los acuerdos con respecto al uniforme y la presentación sos vos, sé creativo, no ejerzas la violencia desde un lugar de poder. 
No te metas de manera ofensiva con su aspecto físico y tampoco con su higiene personal. 
No supongas: ¿usted trabaja? ¿usted tiene hijos? ¿usted recibe todas las comidas? Todas las preguntas las escuché en aulas. No entiendo a qué conclusiones llevarían las respuestas. 
No juzgues a su familia.
No te metas con su grupo de amigos: "son las malas compañías, Pablito"
No trates de ser un adolescente para trabajar con adolescentes. 
No te enojes cuando ves a alguien a quien le sale algo que nunca intentaste, seguro de que iba a fallar. Que falle. 
Lo que nunca te falló con este grupo o este año puede empezar a salir mal. Siempre, todo el tiempo, hay algo nuevo que inventar.
Si tenés un personaje, que sea sólido y coherente, que explote tu mejor perfil, aquello que te sale mejor y te hace sentir bien, que te vuelve atractivo y agradable. También desafiante, pero siempre cómodo, como la ropa que te queda bien. 
Bancáte la estructura sabiendo que existe y que reporta algo de sufrimiento, sin olvidar que es mejorable, transformable y que es un sistema humano. Reíte.
No te olvides que la risa es una expresión bella, una de las más auténticas. No la reprimas todo el tiempo entre los chicos ni en vos, aunque la causa no sean tus chistes. Cuidado, también se puede llorar. 
Aprendé a usar las redes sociales, mirá películas nuevas, escuchá mucha música, aprendé a descargarlas, a llevarlas al aula y otros espacios, y a manejar todas las herramientas tecnológicas posibles. De verdad. 
Aceptá que hay muchos no docentes que enseñan mucho, y que muchos docentes no enseñan nada, y que la verdad es probable que el adolescente sobreviva sin la ciencia que le estás transmitiendo. Desde ahí, ¿cómo despertarlo y darle algo nuevo para elaborar otras cosas? 
Cuestionáte, complicáte la vida y revisá hasta los métodos de evaluación, la corrección, la división en tema 1, tema 2, la disposición del aula. Por favor. 
Estás trabajando, no les estás haciendo un favor a los chicos. Ellos no decidieron tu sueldo ni eligen que no llegues a fin de mes. Siempre te queda la opción de ponerte un kiosco. En serio. 
Y yo no sé cómo decirte sin que te ofendas que no traslades tu frustración a los que están creciendo. Somos relojitos, cuando un engranaje anda mal, seguramente todo se verá afectado, pero no seas sádico. Si tuviste una mala noche o una mala década, no maltrates, no quebrantes, no limites así. 

Como toda lista de normas, aunque sean convencionales, es arbitraria y seguro hoy mismo caíste (caí) en varias de ellas. Como los adictos en rehabilitación: una sonrisa, y un día a la vez. 



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